Javier Fumero

¡Que no va a haber terceras elecciones!

Ya está, lo digo: apuesto pincho de tortilla y caña a que no va a producirse una tercera convocatoria electoral. Fin de la cita.

Como lo tengo muy claro, me cuesta entender a esos ciudadanos que viven todavía atrapados por esa pesadilla, temiendo que el largo y tremendo purgatorio electoral por el que estamos pasando pueda repetirse una vez más.

No va a ser así.

No tengo ninguna bola de cristal, ni dotes adivinatorias. Pero sí me consta que los dirigentes de los partidos políticos son muy conscientes de que este comodín ya no está disponible.

Ya no existe una escapatoria viable, una puerta trasera, una alternativa, una última baza que permita más enrocamientos. Del 26-J va a salir un gobierno, sí o sí.

Esto es importante porque a mi juicio, en las negociaciones de investidura que tuvieron lugar meses atrás hubo especialmente dos partidos políticos que jugaron con esta carta de forma decisiva: PP y Podemos.

Estas dos formaciones se mostraron inflexibles y dispuestas a romper la baraja porque no veían con malos ojos una vuelta a los urnas, como ha sucedido. De ahí, sus planteamientos: si no se aceptan mis condiciones (Rajoy: “yo lidero sí o sí”; Podemos: “quiero el CNI, el BOE, el CIS y TVE”) yo me planto.

Resulta que los dos partidos salían beneficiados de unas segundas elecciones porque los sondeos les anunciaban mejoras sustanciales. Podemos vislumbraba el sorpasso con ese movimiento estratégico de subsumir a Izquierda Unida. El PP siempre ha tenido claro que es el partido más votado y está dispuesto a explotarlo hasta el final. Por otro lado, cuanto mejor le vaya a Podemos más se movilizará su votante, por el miedo a la llegada del populismo a Moncloa.

Pero todo esto se acabó.

 

Los políticos ya saben que los ciudadanos están hartos de todo esto. El muy despistado puede acudir a la última encuesta del CIS y constatar el empacho político generalizado. Pero no hace falta. Son conscientes de que los españoles les hemos dado una última oportunidad. A partir de este momento, les toca sentarse y negociar. Ceder, pactar, arremangarse y estar dispuesto incluso a ceder el testigo.

No van a tener la desfachatez de insistir en que los votantes se han vuelto a equivocar. Eso sería penalizado de forma inmisericorde hasta por sus propios votantes. Por incapaces.

Ellos lo saben y no van a correr ese riesgo.

Más en twitter: @javierfumero

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