El que vale, Bale

Como ya he dicho (y reitero ahora), acabo de regresar de una larga estancia en el extranjero sintiéndome, en primer lugar, un privilegiado por haber podido disfrutar de unas vacaciones.

Durante estas semanas he desconectado mucho de la política nacional, de la prensa hispana, de Rajoy, de Luis Bárcenas, de Urdangarín, de Gibraltar, del FROB y de las Preferentes, de Cataluña y su independencia... Una maravilla.

Ahora, una de las cosas que más me ha llamado la atención al pisar suelo patrio es la efervescencia que sigue generando el fútbol en nuestro país.

Es curioso. Frente a una sociedad marcada por el pesimismo acerca de las verdaderas capacidades de la raza humana, el pensamiento a corto plazo, el convencimiento postmoderno de que lo cabal es la indiferencia o la emancipación hacia cualquier género de héroe, líder o gurú que se presente como tal, aquí tenemos a Gareth Bale.

El futbolista galés llega a España levantando pasiones. Reunió ayer en el Santiago Bernabéu a casi 30.000 aficionados, a la una de la tarde (¿es que aquí nadie trabaja?), sólo para verle sonreír y dar unos toques a un balón.

Pero hay más. Ha abierto también el debate sobre las cifras astronómicas que maneja este deporte de masas y la ética acerca de la relación sueldo-trabajo. Y desde el extranjero se insiste: el Gobierno español no tiene vergüenza. Debería ser menos tolerante con un negocio quebrado que sigue viviendo por encima de sus posibilidades y manejando un dinero que normalmente no tiene.

Sin embargo, los españoles nos mostramos encantados de seguir en este ensueño, en este mar de emociones tan intensas como efímeras. Nos alivia, nos descansa, nos permite superar los malos tragos... que no es poco.

Y todo eso, tiene un precio. De hecho, sale por un dineral. Porque el que vale, Bale.

Más en twitter: @javierfumero

 
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