Javier Fumero

¡Que viene la Cabalgata de Carmena!

El Ayuntamiento de Madrid presentó este jueves la campaña navideña 2016-2017. Había cierta expectación por conocer la ‘performance’ ideada en esta ocasión para la víspera del 6 de enero, vista la gansada del año pasado.

No sé si lo recuerdan: la cabalgata de Reyes del pasado mes de enero fue como un desfile del Carnaval, con música tecno, luces de neón y sus majestades vestidas de rumberos. Se trataba de festejar el solsticio de invierno y evitar las menciones explícitas a lo que se celebra: una fiesta religiosa.

Pues bien. La ocurrencia de esta edición se llama: “oda a la curiosidad”. Porque Carmena y su equipo han decidido introducir “algunas innovaciones que contribuyan a su evolución”.

El trasfondo del asunto está claro: no estamos celebrando nada religioso. No. En la era de la posverdad, donde nada es lo que parece, esto va de trascender la realidad para ir relegando esos guiños supersticiosos a la esfera privada y llenar las calles de mantras, rollo new age y comida vegana.

Según el diseño del desfile realizado por el Área de Cultura, Melchor, Gaspar y Baltasar –los nombres, de momento, se mantienen- recorrerán el trayecto tradicional (de Nuevos Ministerios a Cibeles en Madrid) acompañados de hinchables, marionetas voladoras y actuaciones coreografiadas.

Carmena no es ajena a la cuestión de fondo. De hecho, quiso abordarlo durante la presentación de este jueves en el consistorio. Dijo lo siguiente:

-- “La Navidad es, sin duda, una fiesta cristiana y yo creo que la belleza de esa fiesta cristiana ha desbordado su contenido y sus valores”. “Es, como si dijéramos, un recipiente que ha rebosado y se ha convertido en una fiesta internacional de la solidaridad, la compañía, la alegría y la ilusión”.

Me parto.

La Navidad es la fiesta de la venida de Cristo. Pero hagamos como que no es así. Desbordémosla, miremos para otro lado y convirtamos el solsticio de invierno en un homenaje al buen rollo.

 

Vaciemos de contenido la realidad hasta extraer cualquier atisbo de religiosidad del alma de los españoles. Demos más espacio al espumillón y las peladillas hasta que los ciudadanos olviden, desplazado en un rincón, el portal de Belén.

Entonces, el buen rollo se sustentará sobre la nada. Y en ese momento, ¿qué pasará con los muñecos hinchables, las marionetas voladoras y los abetos de plástico? Que se los llevará el viento. Por la falta de raíces, por su inconsistencia, por la mentira que esconden esos fantoches. Es de traca.

Más en twitter: @javierfumero

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