Javier Fumero

Que viene el coco Montoro

Hay muchas formas de educar. Una de ellas es partidaria, por ejemplo, de incentivar a las personas, de insistir en lo apasionante que resulta optar por el bien y comportarse como es debido. Otra, se basa en el miedo, en crear un clima de terror donde los errores o las transgresiones se pagan muy caro.

Estas dos opciones, que se pueden desplegar tanto en el ámbito familiar como dentro de un aula, también se pueden extrapolar, de algún modo, a la vida social, al gobierno de las naciones.

Así, hay Estados y estadistas que respetan mucho a los ciudadanos y por tanto, basan sus políticas en los estímulos, en facilitar el progreso, en retirar obstáculos y crear las condiciones idóneas para que el talento se mueva a sus anchas y se potencie al máximo. Este ecosistema repudia los corsés y prefiere favorecer un clima de libertad.

No se aboga por suprimir el Código Penal porque resulta imprescindible para embridar a los tramposos o a los amantes del engaño. Que siempre existen, también con dirigentes sugestivos. Pero evitan, en cualquier caso, colocarlo en el centro de su actividad política y legislativa.

Hay otros gobernantes, sin embargo, quizás con una visión más pesimista del mundo, que consideran todo lo anterior una pérdida de tiempo, un cuento de hadas llamado al fracaso. “Aquí, si no sacas la garrota, nadie obrará con ética y decencia”, advierten. En este mundo, lo único que funciona es el castigo ejemplar y el escarnio público. Lo demás son lindos gatitos llamados a devorar al ingenuo Piolín.

Basándome exclusivamente en lo que leo en la prensa y veo por televisión –porque no lo conozco personalmente, lo quiero dejar claro-, Cristóbal Montoro parece responder al perfil del segundo modo de entender la dirección y el gobierno.

Amedrenta, advierte, utiliza el tono bronco y faltón, se jacta de ser el amo del calabozo y hasta parece disfrutar del papel de hombre del saco que le ha tocado en suerte.

De hecho, desde Hacienda cuentan que la última acción contra José María Aznar es una acción premeditada, como aviso a navegantes. Médicos, Abogados y economistas deben estar atentos (y así se les ha transmitido mediante esta advertencia pública) porque se va a investigar a fondo a asquellos que cobren un sueldo a través de una empresa.

Se persigue a los contribuyentes que tributan a través de sociedades profesionales, rindiendo cuentas a través del Impuesto de Sociedades (con un tipo menor), en lugar de hacerlo directamente por el IRPF. Así se ahorran impuestos y se deducen gastos personales.

 

No me parece mal que se evite la picaresca pero sí que se haya utilizado el caso de José María Aznar (o de cualquier otro) para intimidar. Siempre he pensado que el argumento de “que viene el coco” es muy infantil: sólo es decente emplearlo con los niños.

Más en twitter: @javierfumero

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