Amenaza de Guerra Civil en Nigeria

A los conflictos étnicos y políticos entre tribus del norte y del sur, también con aspectos religiosos, se une la inestabilidad social consecuencia de las medidas económicas del Gobierno. Los principales puntos de tensión están en Lagos, la capital económica del primer productor de petróleo de África; en Kano, la metrópoli del norte, dominada por los musulmanes, y en la capital federal, Abuja, donde se han manifestado miles de personas.

La impopular decisión de eliminar la subvención a la gasolina ha determinado un aumento dramático y repentino en los precios del combustible. En Europa puede parecer barato, aunque se ha duplicado estos días: de 65 nairas por litro (0,30 euros) hasta las 140 nairas (0,66 euros), una cifra prohibitiva en un país donde la mayoría de la población vive con menos de dos dólares al día (1,5 euros). La subida de la gasolina agrava las condiciones de vida, porque algunos productos y servicios básicos ligados al transporte han aumentado un 100%.

Las huelgas contra esta medida se unen a la grave tensión causada por los ataques de la secta Boko Haram, que ha afectado especialmente a la comunidad cristiana en el norte del país. Sus amenazas y violencias están provocando un auténtico éxodo de creyentes, obligados a dejara a adejar sus territorios ancestrales: se ha extendido el pánico y la inseguridad tras el ultimátum lanzado por la milicia, que ordena a los cristianos abandonar el país.

El presidente Goodluck Jonathan declaró el "estado de emergencia" para prevenir la violencia en cuatro Estados y cerró temporalmente las fronteras con Camerún, Chad y Níger. Pero estas medidas no han servido para disuadir a los terroristas. Según la información que recibe la agencia Fides de los cristianos locales, "el peligro es que haya represalias, lo que puede desencadenar más violencia y derramamiento de sangre".El terrorismo islamista carece, según fuentes diversas, de apoyo positivo por parte de la población musulmana, pero la violencia religiosa en Nigeria era una realidad, también antes de la aparición de ese grupo-secta del islamismo más radical. En los últimos años, se han producido cientos de víctimas en frecuentes enfrentamientos entre las comunidades cristiana y musulmana, especialmente en los 12 Estados del norte que adoptaron en 2000 la ley islámica, violando la constitución federal.

"Boko Haram quiere provocar una guerra civil en el país", afirma Oritsehjafor Ayo, presidente de la Asociación Cristiana de Nigeria, que utiliza el término "limpieza religiosa". Compara la situación actual con la que en los años 60 originó la sangrienta guerra civil provocada por el intento de secesión de Biafra, con más de un millón de muertos. Frente a la actitud más conciliadora de la jerarquía católica, Ayo considera que si el gobierno se sigue demostrando incapaz de proteger a los cristianos, no habrá más remedio que "responder adecuadamente".

Para el presidente Jonathan, la situación es "peor que la guerra civil" de los 60, por el carácter imprevisible de los ataques islamistas. El Premio Nóbel de Literatura nigeriano Wole Soyinka le daba la razón, al estimar en una entrevista a la BBC que su país "se dirigía hacía una guerra civil", y acusaba a algunos políticos de atizar la intolerancia religiosa.

El presidente de Nigeria no deja de manifestar la dificultad de luchar contra Boko Haram. En cuanto secta terrorista, sus miembros y sus partidarios, según Jonathan, están en todas partes, listos para actuar en cualquier momento y de modo inesperado. Probablemente tiene miembros y simpatizantes infiltrados en las instituciones oficiales.

Justamente, por su carácter terrorista, la comunidad internacional apenas puede cooperar, salvo –como pidió la Conferencia episcopal católica‑ ayudar al Gobierno con experiencias prácticas de la batalla librada en otros países contra grupos semejantes. De poco sirve, al menos de momento, que la alta-comisaria de la ONU para los derechos humanos, Navi Pillay, declarase el 12 de enero que los ataques contra los cristianos podrían asimilarse a crímenes contra la humanidad, si se confirma su carácter sistemático y generalizado.

Entretanto, parece importante superar la tensión sobrevenida con las huelgas generales, mediante una recuperación del diálogo del presidente Jonathan con los dirigentes sindicales. Cuando escribo estas líneas, no se ha conseguido ningún acuerdo para desconvocar la huelga, aunque no habrá manifestaciones callejeras, para evitar muertes inocentes. Los sindicatos no se conforman con la rebaja del precio de la gasolina anunciada por Goodluck Jonathan. Quieren la vuelta a la cifra anterior. Pero no se cierran a proseguir las conversaciones.

 
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