Arrogancia de Pablo Iglesias

            El líder de “Podemos”  tiene un estilo propio de dirigirse a la multitud en un mítin o al intervenir en platós televisivos.  Cuenta a su favor que sabe recoger  los sacrificios  y errores que los ciudadanos hemos tenido que sufrir en la crisis económica y la indignación hacia los partidos políticos tradicionales. Si a eso le añadimos la corrupción política  que ha habido estos años y la que se ha destapado de etapas anteriores, se puede afirmar que tiene un “gancho” fácil con los votantes.

            En su contra, un programa político que ha definido con precipitación y utopía, con rectificaciones de entidad al poco tiempo. Hay motivos para temer esta precipitación, que en buena parte se debe a que ha crecido mucho en poco tiempo y el año electoral - ¡vaya año 2015 nos espera! - le pilla todavía organizándose.

 Pero hay también algunos elementos formales que no son despreciables en el modo de comportarse de Pablo Iglesias. Las formas pueden ser accesorias o, en muchos casos, reflejo del fondo, de algo más arraigado de lo que puede parecer. En las formas de Pablo Iglesias, hay elementos a su favor, porque es directo, se prepara mejor que otros políticos sus intervenciones en las televisiones y tiene habilidad dialéctica para romper estereotipos, o para crearlos. Arremete contra los asesores del PP en materia de comunicación, pero él también los necesita.

            Sin embargo, en las formas hay algunos aspectos que los asesores de Pablo Iglesias deberían tomar nota, y aconsejarle mejoras o cambios. Y uno de ellos es su arrogancia, ese aire de estar por encima de todos, saber más que nadie, estar de vuelta ante todo lo que se le dice, pretender dar lecciones continuamente y nunca reconocer ningún error. Ese cócktail en la comunicación puede traerle más problemas de lo que puede parecer a primera vista.

            Llama la atención que, en los debates televisivos, se siente de cualquier manera, eche los dos brazos para atrás continuamente y hasta se mantenga casi tumbado en el asiento. Es – o lo parece – una actitud de desdén, de confundir la corrección y la normalidad con estereotipos políticos que intenta romper. Saber sentarse e intervenir en un debate no es cuestión menor.

            En “La Sexta”, el pasado sábado, utilizó expresiones y técnicas de “desestabilización” de otros contertulios que más bien le pueden ir cavando su fosa. A uno le iba contestando como si de un chaval se tratara – siendo un veterano y prestigioso periodista -, enseñándole a razonar. A otro le iba llamando “Don Pantuflo” y le iba interrumpiendo continuamente, aunque en lo relativo a las interrupciones es un defecto frecuente entre contertulios. La autosuficiencia repele siempre.

 
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