Caldera se convierte en un ministro “colateral” y Maragall va a morir, matando

Ahora nos lo explicamos todo. Desde la Ley de Extranjería, hasta los “sin papeles”, pasando por el “autismo” del ministro del ramo durante el verano.   Caldera reaparece -15 días de vacaciones son demasiados para un ministro, con la que está cayendo- y nos dice que lo de las cayucos es una consecuencia “colateral”. Pues menos mal porque si llega a ser una consecuencia un poco más directa nos tenemos que ir de España.   Grave problema, gravísimo problema que –a su propia naturaleza- une la inoperancia de un Gobierno que en este asunto, como en ningún potro está dando muestras inequívocas de no saber por dónde se anda.   Encomiable la labor de María Teresa Fernández de la Vega que se está convirtiendo en el “apagafuegos” de sus compañeros de Gobierno. Por cierto ¿ha cobrado el sueldo de este mes el señor Moratinos? Porque parte tendría que dárselo a la Vicepresidenta.   Y eso que Fernández de la Vega no se ha traído de Europa ni siquiera promesas, ni tan solo buenas palabras, porque el “chorreo” de Franco Frattini ha sido de los que marcan una gestión política. Dice el “europeo” que si no se persigue el trabajo ilegal todo lo que se haga es efecto llamada. A este hombre vamos a tener que convertirlo en “colateral”.   Rubalcaba –también en plan de bombero- llega al Congreso de los Diputados, a decir que la cosa no va bien, que hay que hacerlo mejor y de otra manera y que va a cambiar el organigrama del Ministerio. Vale, pero es poco. Nos gustaba más de portavoz que nos estamos quedando parlamentariamente “en los huesos” ahora que parece que también se va Puigcercós. Pérdida irreparable para el parlamentarismo nacional desde que abandonó su escaño Don Emilio Castelar.   Y es que al Rubalcaba ministro le crecen los problemas que ya hasta en Francia le explotan coches por más que el Director General de la Guardia Civil, Joan Mesquida, quiera quitarle importancia al asunto y no le parezca oportuno que los españoles estemos enterados. ¡Hombre! aunque hubiera sido en francés si le daba pereza traducirlo, algo de lo que le contaron los franceses podía habérnoslo pasado.   El que está que se sale del cuadro, casi como el Sevilla de Kanouté, es Pasqual Maragall. Ya lo dijimos en El Confidencial Digital como El Cid -cambiando un poco los términos- va a lograr que su partido pierda las elecciones, después de muerto –políticamente, se entiende-   No hay día que no le de una “puñaladita” más o menos trapera a Rodríguez Zapatero y un navajazo de tomo y lomo a Montilla. Primero fue aquello de pedir un grupo parlamentario para el PSC, después la que va a montar en La Diada y ahora llorando sus penas públicamente y contando al mundo entero cómo Rodríguez Zapatero entregó su cabeza en bandeja de plata –cual la del Bautista- a Artur Mas.   Lo que tiene que estar pensando Montilla es que además de la bandeja de Maragall a lo mejor le entregó el Gobierno de la Generalitat a cambio del apoyo en Madrid ahora que los de Ezquerra se las tienen tiesas con el Ejecutivo.   La oposición no está de vacaciones pero es lo mismo. A estas alturas todavía hay quien especula si la decisión de apoyar o no el envío de tropas al Líbano depende de si Aznar tuerce el bigote a un lado o a otro ¡Qué fuerte!   Y tampoco están de vacaciones los de Eusko Alkartasuna que han “roto” con el PNV. Después de tantos años, da una cierta pena no ver ya a Begoña Errazti tras Ibarretxe, pero, en fin, nada es eterno y menos los amores políticos.   No importa, la rentrèe  ha sido buena y la inquietud cultural sigue dominando la vida de nuestros políticos.   Viajar lejos del hogar para escuchar a Beethoven tiene su mérito y desplazarse a la Tranvía madrileña para ver al Capitán Alatriste ya es el no va más.   Las inquietudes de la subida de las hipotecas, de la llegada masiva de cayucos e incluso el viaje de Felipe González a Teherán, no son nada con el placer del hecho cultural.   Sobre todo cuando el señor Duran i Lleida –reserva espiritual de no se sabe qué- nos exhorta para que leamos la obra de Benedicto XVI “yo le sigo llamando Ratzinger”.   Pues es una tranquilidad.

 
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