José Apezarena

Cataluña, muy cabreada

El viejo, e incluso manido, axioma de que una imagen vale más que mil palabras se ha hecho crudamente realidad en Cataluña estos días.

La multiplicación de escenas con incidentes violentos a lo largo del domingo, protagonizadas por guardias civiles y policías nacionales, ha sido como echar gasolina al fuego de un conflicto que ya anda muy, muy caliente.

Antes de seguir, conviene recordar que las fuerzas del orden salieron a la calle, no por instrucción gubernativa, ni por indicaciones políticas, sino para hacer efectiva una orden de los jueces: que impidieran que se celebrara el referéndum de ruptura con España.

Y que, si los Mossos d'Esquadra hubieran cumplido su deber, si hubieran hecho honor a su condición de policías, si hubieran atendido la orden judicial recibida con antelación, de desalojar antes los colegios que habían sido ocupados, y de impedir después la votación, no habría hecho falta el despliegue de guardias civiles y policías nacionales y se habrían evitado los altercados.

Pero ha pasado lo que ha pasado, y el resultado es que miles de catalanes están muy cabreados. Incluidos muchos que en realidad no apoyaban, ni apoyan, la consulta independentista. Se ha contado, por ejemplo, que el domingo hubo gente que no pensaba acudir a votar, y que lo hizo como reacción a las escenas violentas que veían en las redes sociales y en las televisiones.

No hay que descartar, pues, que el sentimiento independentista haya podido crecer en las últimas horas, fruto del enfado colectivo por las situaciones de represión policial.

A la espera de una declaración de independencia que se anuncia para el viernes, y de las medidas que deban tomar el Gobierno junto con las fuerzas constitucionalistas, entre las que aparecen la suspensión de la autonomía a través de la artículo 155, e incluso la detención de Puigdemont y de los diputados, hay que buscar una salida al conflicto.

Todo indica que la salida a corto serán unas nuevas elecciones en Cataluña. Pero, según mi parecer, ahora, no.

Este es el peor de los momentos para dar la palabra a las urnas. Desde un punto de vista político, habría que dejar pasar varios meses, cinco, seis, antes de convocar a las urnas a los catalanes, porque ahora el voto está distorsionado por ese cabreo generalizado que existe.

 

Pasado un plazo, y si entre medias se pone en práctica la mínima inteligencia política como para hacer gestos de distensión, si se lanzan mensajes de contemporización, si se empieza incluso a negociar (porque hay que negociar con Cataluña, se quiera o no), entonces esas elecciones autonómicas podrían ser el primer paso para la solución.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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