José Apezarena

Chantaje emocional de Iglesias y Montero a las bases de Podemos

Pablo Iglesias e Irene Montero se han metido en un problema bastante considerable, con la decisión de comprar la vivienda de Galapagar, que muchos están calificando, con bastante razón por cierto, de casoplón.

A la vista de los historiales personales y políticos de los protagonistas, el dato se ha convertido en un escándalo social. Pero mucho más aún entre las bases y votantes de Podemos, que no acaban de entender ese movimiento de los dos principales líderes, o sea, el secretario general y fundador, y la portavoz parlamentaria.

Ahora, Iglesias y Montero pretenden intentar resolver el embrollo que han causado por la socorrida vía de consultar a la militancia.

¿Y qué les van a preguntar? ¿Les van a interrogar sobre si se han equivocado con la compra, y por tanto deberían renunciar a la casa y a la finca? No. No es ese el interrogante que plantean.

Van a preguntarles si, una vez conocida la adquisición de la nueva casa, y como no van a rectificar porque no ponen en cuestión el acierto de tal paso, preguntarán si, en consecuencia, los dos deben dimitir de sus cargos internos.

Tal planteamiento me parece que es someter a las bases de Podemos y a sus votantes a un auténtico chantaje emocional.

Porque, ¿qué van a decir los militantes? ¿Van a responder que quieren que se vaya el fundador del partido y, con él, la actual portavoz parlamentaria? No parece fácil. Porque, entre otras cosas, eso sería desmantelar en gran medida el proyecto. Y nadie lo desea. No hemos llegado hasta aquí para ahora renunciar y abandonar por la puerta de atrás, pensarán las bases.

Intento ponerme en el lugar de la militancia de Podemos y, lo reconozco, me lleno de perplejidad. ¿Por qué –pensarán- nos coloca Pablo Iglesias en tesitura tan extrema?

¿No habría sido más lógico que, en uso un elemental sentido común, y también aplicando el olfato político exigible a políticos de ese nivel, no se hubieran embarcado en el dislate de comprar el casoplón de Galapagar?

 

Más increíble aún en un Pablo Iglesias que había prometido que seguiría viviendo en su piso de Vallecas, y todos le creímos. Por eso -considerarán- hemos ido detrás de él, porque veíamos un líder coherente con sus ideas, austero, con un estilo de vida al nivel de la gente de a pie, lejos de los poderosos y prepotentes. Y ahora…

Por mi parte considero que, previsiblemente, las bases de Podemos van a acabar replicando que los dos sigan en sus cargos. No son tiempos de desmontar lo conseguido hasta ahora.

Pero con ello se van a tener que traicionar a sí mismos, como personas y como activistas. Y se van a hacer daño. Van a quedar avergonzados. A partir de ese veredicto, difícilmente podrán ir con la cabeza levantada.

Felipe González puso en práctica algo relativamente parecido, un envite, un órdago al partido, cuando planteó en el PSOE la renuncia al marxismo. Se había encontrado con que su idea era rechazada por los militantes, y sobre la marcha abandonó la secretaría general. A la que volvería poco después, una vez que la renuncia al marxismo fue aceptada en un congreso extraordinario.

Pero aquello no era fruto de un –digamos- capricho personal, más o menos justificado. Detrás estaba una opción muy de fondo, ideológica, orgánica, de futuro.

En esta ocasión lo que se echa en cara a Iglesias y Montero es falta de coherencia con planteamientos elementales de Podemos y de su gente.

El mencionado chantaje emocional seguramente les saldrá bien a corto plazo. Pero a medio y largo pienso que no.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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