Crónica de Jhuno. Soy funcionario, uno de esos seres horrendos chupatintas del estado, un ser de esos al que, según las épocas, todos miran con desprecio o se acuerdan de ellos

Entre la empresa privada y la pública hay serias diferencias, pero no siempre están del mismo lado, y aunque siempre en épocas flacas, las menos, nos acordamos de los beneficios de la pública, en las vacas gordas no nos acordamos, por que no queremos, de las prebendas de la privada

Como todos los niños, a cierta edad, soñaba yo con ser esto o lo otro, que por soñar no quedara, como se dice, sin saber que la vida a todos nos pone, mas o menos, en nuestro lugar, o las circunstancias o casualidades que en ella convergen.

El caso es que todos los niños de la misma edad, los amigos, en fin, hablábamos de lo que queríamos ser de mayores, yo desde luego lo tenia claro, quería ser piloto de un caza de combate.

Cuando tenia casi acabado el bachiller y me disponía a enfocar mi vida en esa dirección se me presento un problemilla óptico que imposibilitaba el serlo, y conste que me lleve un gran disgusto.

En fin que por una cosa o por otra, entre ellas la tradición familiar influyo bastante, decidí ser funcionario, ser uno de esos seres horrendos chupatintas del estado, un ser de esos al que según las épocas todos miran con desprecio o se acuerdan de ellos para jurar en arameo.

Así que empecé mi calvario de ser funcionario, y de esta guisa hube de pedir a mis padres que desembolsaran un dinero para libros, matricula de derechos de examen, y academia a fin de preparar las oposiciones correspondientes, convirtiéndome de esa manera en lo que se denominaba entonces opositor.

Mientras mis padres se gastaban el dinero en que yo preparara mi oposición, otros amigos míos, hacían una carrera universitaria unos y encontraban trabajo rápidamente los otros. Los primeros que lo hacían en la Universidad estatal, hacían que sus padres hicieran un desembolso más o menos cuantioso, y que el Estado hiciera otro tanto por su educación, para al final, seguramente ir a parar a una empresa privada. Los últimos, como trabajadores por cuenta ajena en empresas de la ciudad donde vivían, y sin desembolso alguno por sus progenitores, y viviendo en casa de ellos disponían de gran cantidad de dinero para su edad y época.

Sin embargo yo, estaba lo que se dice “canino”, y tan solo disponía de la “paga semanal” que me daba mi padre, y lo que buenamente le sacaba a mi madre poniendo cara de bueno, aunque eso era un tanto difícil, debido a lo numeroso de mi familia, éramos muchos.

Mientras yo tenía algo de ropa de hermanos mayores, los amigos que trabajaban se compraban ropa a la moda y disponían de efectivo en los bolsillos, y no telarañas en los mismos como tenia yo. El tema era mas grave pues mientras ellos podían ir al cine o donde fuera, por tener dinero, con la novia, pues uno tomaba el aire, daba paseos románticos por la zona monumental de la ciudad, entre otras cosas por que eran mucho más baratos, lo cual entre otras cosas hacia que nos fuéramos alejando unos de otros los amigos, simplemente no teníamos el mismo poder adquisitivo, dicho lisa y llanamente.

 

Con el correr de los años y por fin tras varios intentos infructuosos y algunos avatares mas de la vida, logre sacar la oposición de marras, y me tuve que ir de mi ciudad, la que tanto quería, la que tanto amaba, pero era preceptivo que realizara el periodo de formación, así que allá fuimos, a realizar dicho periodo.

Durante el mismo, ni decir tiene que no me pagaban lo suficiente ni para mantenerme, la cosa era así por ley me dijeron, pero si no hubiera sido por mi cuñado, por algún amigo suyo, y por algún familiar no hubiera llegado a fin de mes. Y además, a final de mes, algún día no cenaba, por que no tenia dinero. Mientras tanto a la que fuera mi novia, con la que ya me había casado, la mantenían en casa de sus padres, para mi vergüenza.

Esto de ser funcionario, pensaba yo entonces, era un tanto sacrificado, pero esperaba que todo esto pasara y mejorara, por supuesto.

Como se solía decir, me doblaron el mapa, y me fui a vivir a unos 350 Km. de mi ciudad, en aquella época en la que no había más que carreteras, algunas las nacionales permitían un trafico fluido, a veces, mas bien por la noche y si no era época de vacaciones, cuando los coches tenían cuatro marchas, cuando las ruedas mas anchas eran las de 175, y cuando aun no teníamos ni siquiera el permiso de conducir.

Tuve que pedir prestado dinero a mi padre, pues no podía afrontar los gastos del traslado, alquiler de piso, etc. de los primeros meses, dinero que devolví religiosamente en unos seis meses.

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