El Foro de Davos hace cierta autocrítica del capitalismo global, a pesar de Trump

En el pintoresco lugar suizo se han dado cita los grandes líderes del planeta, no sólo políticos, y sus puntos de vista han resonado en todas partes a través del interés de sus intervenciones. Poco a poco, dejó de ser un foro meramente económico, y se abrió a las cuestiones sociales –por ejemplo, la necesidad de revisar las condiciones de trabajo en los países emergentes, o la lucha contra desigualdades clamorosas-, y luego al serio problema del medio ambiente y del cambio climático. Desde Davos se impulsaron enfoques que alcanzarían eficacia a través de las decisiones de los gobiernos y del impulso de nuevas convenciones internacionales.

En continuidad con el año precedente, el último tema ha sido “crear un futuro compartido en un mundo fracturado”. Estaba en primer plano la cuestión de populismos y proteccionismos, en trance de frenar la globalización. Tal vez por esto, se esperaba con inusitado interés la presencia del presidente Donald Trump, que sorprendió a propios y extraños con una intervención moderada y relativamente abierta.

Ante la pugna sobre la supremacía mundial en los próximos años entre EEUU y China, proclives al solipsismo de proyectos hegemónicos, se ha dedicado mucha atención a los planteamientos europeos, protagonizados por Emmanuel Macron y Angela Merkel. Se distancian de Trump y de Xi Jinping, con la propuesta de un nuevo marco global compartido, basado en la cooperación y el multilateralismo.

Los dos líderes europeos se oponen firmemente a aislamientos proteccionistas. A pesar de las dificultades entre Estados miembros, la Unión Europea es un modelo de cooperación, con capacidad de expandirse por el planeta, lejos de la visión totalitaria china o las actuales incertidumbres estadounidenses. Macron propone como gran objetivo establecer un plan estratégico decenal para una mayor integración europea económica, política, financiera, militar y medioambiental. Las reformas constitucionales de la Unión van en línea de adoptar soluciones concretas sin unanimidades: constituye una de las ventajas indirectas, pero decisivas, del Brexit.

Se desea convertir a la UE en primera potencia, capaz de influir en la orientación del futuro del planeta, aportando dosis de libertad y de equidad que faltan, respectivamente, en China y EEUU. La economía social de mercado dominante en Europa permitirá avanzar en empleo y justicia, teniendo muy en cuenta políticas sociales que favorezcan a las clases medias y, sobre todo, a las jóvenes generaciones.

Donald Trump no es menos triunfalista que Xi Jinping. Pero en Davos ha intentado dar una imagen distinta de su America first, para evitar su creciente aislamiento. Afirmó que los Estados Unidos están abiertos a los negocios internacionales, pero en condiciones “justas y recíprocas”. No cerrará las fronteras a la inmigración, pero amaga con imponer requisitos de calidad exigentes, que supondrán de hecho un importante retroceso para los países de origen: duro golpe práctico a la globalización. A la vez, subrayó las reformas fiscales, la creación de empleo y la euforia bursátil para atraer a empresarios de otras naciones. Cuando Estados Unidos crece –Trump dixit- crece también el mundo. La prosperidad estadounidense crea puestos de trabajo y alienta la búsqueda de la excelencia, la creatividad y la innovación. Sería el modelo para los Estados que buscan esa "prosperidad", término poco usado por él hasta ahora, pero repetido insistentemente en Davos. Aunque, en el fondo, Trump espera recibir más que dar...

Por inesperado contraste, quien resultó apocalíptico en Davos fue el gran crítico de Trump: el multimillonario de origen húngaro George Soros. A sus 87 años, no dejó títere con cabeza, desde el fenómeno de la moneda virtual Bitcoin a las grandes empresas tecnológicas, especialmente Facebook y Google. Su tendencia al monopolio les haría pilares de un totalitarismo futuro cerrado a la competencia. De momento, su gran pecado habría sido contribuir a la victoria de Donald Trump, “un peligro para el mundo”, aunque pasajero: confía en que desaparezca en 2020, o antes... Pero, en la práctica, Soros está cada vez más distanciado de la sociedad abierta popperiana que ensalzaba en otros tiempos. Teme la falta de competencia, pero confía demasiado en que los problemas se resuelvan con mayor control de los Estados.

Proteccionismo frente a globalización; seguridad frente a libertad; iniciativa o planificación; enfermedad populista de la democracia; revisión del desarrollo ante el cambio climático: temas centrales de los últimos años que siguen en primer término, mientras pasan como en sordina la carrera de armamentos, el riesgo nuclear, o la política europea que hace de la agricultura casi un servicio público, subsidiado por Bruselas, para un porcentaje cada vez menor de la población activa del continente.

En definitiva, como señaló el papa Francisco en su carta al presidente del Foro, se trata de “individuar mejores cimientos para construir sociedades inclusivas, justas y solidarias, capaces de restaurar la dignidad de aquellos que viven con gran incertidumbre y que no pueden soñar con un mundo mejor”. Ante el incremento de las distancias socio-económicas, el aumento de las diversos tipos de pobreza y las nuevas formas de esclavitud, el pontífice romano pide que los modelos económicos sigan la ética “del desarrollo sostenible e integral”, que coloque a la persona humana y sus derechos en el centro de la economía, y pongan en práctica políticas económicas que favorezcan la familia.

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato