Mamá, quiero ser traumatólogo

La verdad es que uno no sabe una palabra de traumatología y le queda lejísimos el menor atisbo vocacional por la medicina en cualquiera de sus especialidades, pero a la vista de los años que los españoles llevamos escuchando que ‘hay que arrimar el hombro’ uno piensa que las lesiones de esa zona de nuestro esqueleto deben de estar requiriendo cuidados especiales, cuando no intervenciones quirúrgicas de más fuste.

Ahora que, con la salida de las llamadas ‘notas de corte’, los estudiantes que aspiran a ingresar en la universidad se debaten en la duda de qué carrera elegir, el consejo se cae por su peso: traumatología.

Lo de arrimar el hombro era la cantinela diaria de la –no se sabe bien si añorada u olvidada- María Teresa Fernández de la Vega. Es el pan nuestro de cada día para su sucesora en el cargo Soraya Sáenz de Santamaría. Lo del hombro no se le cae de la boca a María Dolores de Cospedal, y hasta Rafael Rodríguez -alcalde de un pueblecito orensano llamado Amoeiro- afirma que la Iglesia nunca ha arrimado el hombro.

Lo que no sabemos es el qué, el cuándo y el cómo tenemos que arrimar el hombro. Hay muchos españoles (es un decir) que no tienen la posibilidad de bajarse el sueldo o porque no tienen sueldo o porque los que se lo bajan son otros. Tampoco sabemos si hay que arrimar el hombro tipo costalero de la Semana Santa Sevillana o más bien al estilo descargador de Mercamadrid.

Tampoco es fácil decidir si el hombro se arrima como Cándido Méndez con eso de la ‘mayoría absolutamente fraudulenta’ o como José Ricardo Martínez, el sindicalista banquero, que dice que esto es la guerra o como Elena Valenciano, ignorando lo que pasaba en España hace tan solo siete meses o como Cayo Lara a base de referenda o como Artur Mas con lo del Estado y las Autonomías (fijarse en lo de ‘y’), cuando uno pensaba que era el Estado ‘de’ las Autonomías…

Pero los traumatismos están a la orden del día y los traumatólogos se deben de estar forrando. Hasta el Gobernador del Banco de España dice que ‘tenemos que flagelarnos’, y en eso del flagelo en cuanto se nos vaya la mano alguna costilla se nos puede escacharrar.

Y no digamos nada si vamos por la carretera, después de haber comido con agua y ni siquiera haber visto un bote de cerveza y resulta que el problema eran –no los adelantamientos- sino los ‘colocamientos’ de nuestros vecinos de atasco.

En cualquier caso, los finlandeses nos han resuelto parte del problema dando luz verde a que nos presten unos euros.

Que uno cree que siendo como son los finlandeses tan raritos, seguro que la luz verde la han dado a la vista de la uniformidad que van a lucir en Londres nuestros olímpicos.

 
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