Mano de santo y santa

A falta de mayor información, muchos, incluidos algunos expertos, se malician que lo de la contaminación no era para tanto, que se han bajado lo niveles en los protocolos y que lo que hay es el afán persecutorio de Manuela Carmena a todo lo que huela a privado.

Estos neocomunistas, de ‘neo’ tienen más bien poco, se han quedado dentro del palacio de invierno de unas ideas antiguas y siguen pensando que el automóvil es cosa de privilegiados, de ‘derechones’ ricos, de señoritos ociosos y que hay que ‘sacudir dónde más duele’. Tienen que actualizarse –si es posible- y enterarse de que tener coche ya no es un lujo; que hay muchos ciudadanos que lo pagan con esfuerzo y lo necesitan para su transporte, el de su familia y hasta para su negocio, aunque no lleven el distintivo de una furgoneta comercial.

Resulta más que risible el método empleado y la solución fulminante. Si no fuera porque son poco dadas a lo religioso, el prodigio obrado por Manuela Carmena e Inés Sabanés, haciendo desaparecer la contaminación en pocas horas, sería un verdadero milagro.

Las formas que emplean son de patio de colegio de primaria: ‘pito pito gorgorito’; ‘tu la llevas’; ‘a cara y cruz’; ‘lo echamos a pies’; ‘piedra, papel y tijera’. Hoy aparcas más que ayer pero menos que mañana; hoy no circulas y mañana tampoco; aquí, te das la vuelta; ahora te aviso y ahora te multo. Hasta la sabiduría de Rita Maestre nos ilustra: ‘en esta situación el número cero hay que considerarlo como par’. No profe, no hay nada que considerar, el cero ha sido par de toda la vida, incluso de antes de la revolución del proletariado.

El logro de Carmena y Sabanés al acabar en un ‘pis pas’ con la contaminación –ya que no milagro- es cosa de brujas al estilo de Mary Poppins, pero en menos agraciadas.

Podrían emplear sus poderes en hacer desaparecer la suciedad, los baches y socavones, el botellón, la inseguridad, los mendigos que duermen en la calle y no comen, el cuidado de los ancianos, las zanjas, las obras permanentes en las aceras, las papeleras rotas, las farolas inservibles, los autobuses humeantes…

Que nadie se llame a engaño. Esto no es más que un sondeo para ver hasta dónde tragan lo madrileños, mientras preparan el asalto final para cerrar definitivamente lo que llaman ‘la almendra central’.

O sea una almendra amarga.

 
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