Mariano Rajoy, el lento
Cuentan de Francisco Franco que, en la mesa de su despacho de El Pardo, tenía dos montones de papeles. Uno de ellos con asuntos que estaban pendientes de solución. El otro, con cuestiones que ya se habían resuelto.
Según esa leyenda, el general, sin tomar otras previsiones o trabajos, se dedicaba a pasar expedientes del uno al otro montón conforme, con el simple paso del tiempo, los problemas se iban deshaciendo.
Es una leyenda que también alcanza al actual presidente del Gobierno. Dicen algunos de sus críticos que su táctica preferible es no tomar decisiones y dejar pudrirse los problemas.
Una práctica que, por lo visto, le ha salido bastante bien en no pocas ocasiones. Baste recordar tantas vanas ofensivas contra sus ministros, como por ejemplo la articulada sobre Ana Mato, a la que mantuvo en el cargo todo el tiempo que quiso. Y otras hazañas semejantes.
Como consecuencia de tales hábitos, o por otros motivos, lo cierto es que Mariano Rajoy ha ganado fama de tranquilo, reposado, y más bien lento, a la hora de afrontar los distintos desafíos que suelen acabar sobre sus mesas de La Moncloa y de la calle Génova.
Publicábamos ayer en El Confidencial Digital que en el Partido Popular hay ahora voces, bastante autorizadas, que reclaman al presidente que proceda ya a un cambio de Gobierno. Una información muy relevante, por cierto.
La debacle sufrida en Cataluña, la situación catatónica del partido, la cercanía de unas nuevas elecciones generales, aconsejan, según algunos conocidos barones, proceder a un cambio de ministros, como medicina para recuperar la perdida iniciativa política.
Pues bien, tengo para mí que, una vez más, Mariano Rajoy hará honor a su bien ganada fama de hombre tranquilo. Y que, si en su mente entrara la posibilidad de proceder a un reajuste ministerial, la cosa irá más bien para largo.
El presidente se tomará todo el tiempo del mundo. Lo veremos.
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