Sobre la Ñoñez del Pensamiento Positivo

Lo que a continuación viene es la segunda (de seis) de las entregas anunciadas en: En busca del Compromiso Perdido.

¡Comprométete!

¿Qué piensas cuando te recomiendan que abraces, que seas generoso o quizás amoroso, porque las personas felices lo hacen y tú quieres serlo? ¿De verdad crees que la respuesta se encuentra en plagiar los comportamientos de las personas que se tienen por felices?

Veamos: ¿Por nadar como los peces en el mar eres pez? ¿Y por conducir como Hamilton, un  coche Mercedes, eres Hamilton? La respuesta resulta evidente. Entonces, ¿por qué dar credibilidad a consejos tan infantiles?

A caballo del pensamiento positivo (que no de la  psicología positiva) se ha generado una corriente de opinión auspiciada por un sinfín de libros de autoayuda, ponentes y, motivadores, de la “ilusión”.

La lógica del planteamiento inicial, parece (solo parece) de lo más robusta. No obstante, de ahondar en ella,  veremos fácilmente hacia dónde nos encamina: como yo quiero ser feliz -y las personas felices son generosas- seré generoso; como yo quiero ser feliz -y las personas felices son amorosas- me mostraré amoroso, como yo…

Yo, yo, y yo, y después de otro yo más, todo lo demás. Justo el camino contrario, el del egoísmo. El pensamiento positivo nos ha situado en una vía emocional de una sola dimensión: positiva o negativa; con grave olvido de otro tipo de impulsos emocionales que, situados en otras dimensiones y teniendo su razón de ser, también cumplen su función.

Tras él, se encuentra la ola de buenismo que nos invade. Como consecuencia, hay una tendencia a valorar como patológicas conductas que hasta hace bien poco tenían la consideración de normales: la rabia ocasionada por una injusticia, la angustia por un despido, el período de duelo que acompaña al desencuentro amoroso o al fallecimiento de un familiar, incluso a las rabietas más o menos frecuentes de nuestros hijos.

Encarar los problemas, dominando para ello los sentimientos que debieran encontrar debido cauce; evitar el declinado de responsabilidad en el infantilismo del que tapándose la mirada piensa que sus  males tendrán remedio; a la vez que desestimar la posibilidad de  que la supuesta ley del positivismo atrape para sí deseos e intereses; se concretaría como la mejor de las medicinas posibles. En definitiva, hacerse dueños de la respuesta con la que encarar nuestros desencuentros con la vida.

 

“De lo único que somos dueños es de nuestro libre albedrío”. Epícteto.

Debemos acabar con la tiranía de lo positivo para centrarnos en la realidad de lo que son las cosas: el esfuerzo,  la entrega generosa, el coraje, y, sobre todo, el compromiso  con los principios de justicia, servicio, entrega, bien común… que hacen posible la excelencia en el ser humano. Ocultarse tras el velo de lo positivo, solo empuja hacia un infantilismo irresponsable del que, tapándose los ojos, evita ver lo que por ingrato le molesta.

Quien busca la objetividad se compromete con la verdad. ¡Comprométete con ella!

Próxima entrega: Sobre la escasa importancia de La ilusión y La Reilusión en el logro de nuestros sueños.

 

Santiago Ávila

Socio Director de Executives On Go.

Autor de “La gestión emocional” y “Aprendiendo a liderar” de la Editorial Pearson




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