Nueva economía (2016-2026): lo excepcional se convierte en lo normal

La primera, en 1998, cuando los -entonces llamados- “Tigres Asiáticos”, tras hincharse de crédito, pincharon. Del sector financiero se pasó a la recesión económica y, de no haber sido por el FMI y por Estados Unidos, estos países no hubieran hecho honor a sus deudas, hubieran entrado en bancarrota y habrían dejado en mal lugar a sus acreedores. Poco antes, algo similar le había pasado a México, con muy buenos resultados. Ahora les tocó el turno a Thailandia, Corea del Sur, Vietnam, Japón, Indonesia…

En el año 2000, en Estados Unidos estalló la burbuja de las “start-ups.com”, compañías de Internet con un modelo de negocio de venta por internet aun inmaduro, que decía que venía a sustituir el canal de distribución tradicional por uno nuevo sin el cual no habría negocios (PWC, en sus anuncios decía: “a partir de ahora, los negocios serán en Internet o no existirán”: se equivocaron, de nuevo).

Ebay triunfó y miles de empresas en todo el mundo desarrollado siguieron su ejemplo. Pero había demasiada oferta (burbuja) y la población -todavía no había los índices de penetración del ordenador y la conexión a Internet que hay hoy, casi omnipresentes- no estaba preparada para dejar de comprar en el canal físico para hacerlo solamente online. Por suerte para la economía mundial, esos millares de nuevas empresas consiguieron fondos, no mediante financiación bancaria, sino a través de acciones en Bolsa, lo cual tuvo un efecto limitado en el alcance de la recesión, que afectó sobre todo a Estados Unidos y Europa: y el sector financiero, que podría haber afectado a la economía real, quedó intacto para financiar la tercera burbuja: la inmobiliaria, que dio lugar a la Gran Recesión, cuyas consecuencias aún sufrimos y que han dado lugar a una nueva economía que gusta a pocos y que, para bien o para mal, está para quedarse una larga temporada.

Tras cada crisis, como explica muy bien Timothy Geithner, ex presidente de la Reserva Federal de Nueva York y ex secretario del Tesoro de Obama en su primer mandato, (“The Stress Test: reflections on financial crisis”, 2015), tras la intervención del FMI, el Banco Mundial y Estados Unidos, -inyectando dinero que luego tenía que ser devuelto-, las cosas volvían a la normalidad, es decir: crecimiento económico y generación de empleo.

Un nuevo tipo de recesión

No fue así con la Gran Recesión de 2007-2009 en Estados Unidos, ni mucho menos en España (2007-2013). Tras un largo período de prosperidad, en TODO el mundo desarrollado se disparó crédito barato para que la población general pudiera adquirir una vivienda en propiedad. Nada que objetar en el caso americano de no haber sido porque se concedieron créditos a muchos millones de personas que -jamás- hubieran podido devolver el crédito en condiciones normales. Pero esto no importó a los comerciales de los bancos, que se embolsaban grande bonuses y comisiones por la venta de hipotecas.

Desgraciadamente, en España -a falta de los 60 sectores de actividad económica que tiene Estados Unidos, todos propios- fiamos el crecimiento económico a una sola carta: la construcción y el mercado inmobiliario. Fue el milagro económico que duró de 1998 a 2007, cogiendo por sorpresa a gobiernos del PP y del PSOE. Se crearon dos millones de empleos en la construcción -muy bien pagados, por cierto-, la fabricación de casas, pisos, apartamentos, etc se desbocó (sin que hubiera demanda, hubo años en que se llegó a construir más de un millón de viviendas anuales), la tasa de paro bajó al 8%, nuestra renta per cápita superó a la de Italia y España, al 4%, era el país que más crecía en PIB de la Unión Europea.

Cuando la recesión -con orígenes financieros- estalló en Estados Unidos y contagió el resto del mundo, nuestra economía se vino abajo: recesión entre mediados de 2007 hasta mediados de 2013 y más de tres millones y medio de empleos destruidos. La tasa de paro llegó al 26,9%, solo superada por la de Grecia.

Diferentes soluciones: la americana y la europea

Estados Unidos actuó en dos frentes: por un lado, su banco central, la Reserva Federal o FED, hizo dos cosas: reducir al máximo los tipos de interés, inyectando dinero en la economía y comprar deuda pública e hipotecaria en cantidades ingentes. Fueron los tres famosos programas de Quantitative Easing (Ben Bernanke: “The courage to act: a memoirs of the crisis and its aftermath”, Norton, 2016). Al mismo tiempo, el Gobierno de Obama aprobó un paquete de estímulo económico en febrero de 2009 por 787 billones de dólares que salvó bancos, compañías del automóvil, aseguradoras, farmacéuticas, infraestructuras, etc. En junio de ese año, gracias a esta inyección de dinero público, Estados Unidos pasó de expulsar del mercado laboral -cada mes- a un millón de personas, a crear 80.000 puestos de trabajo, hasta que la economía se estabilizó, creció -media aritmética de los últimos siete años- un 2,2% trimestral en PIB y se generaron 14,5 millones de nuevos trabajos, recuperándose el empleo perdido: la tasa de paro bajó al 4,9-5% actual, o lo que es lo mismo, pleno empleo.

 

¿Qué se hizo en Europa? Primero, nada, por no ponerse de acuerdo los jefes de gobierno en las recetas para la crisis. Segundo, la apuesta por la austeridad, auspiciada por Alemania, con fuerte industria, apenas paro (más bien, pleno empleo) y una fuerte industria. La Europa periférica, con economías basadas casi exclusivamente en servicios (de poco valor añadido), tuvo que ser intervenida para no quebrar y arrastrar con ella toda la Unión: Grecia, Portugal, Irlanda…; Italia y España estuvieron a punto de ser intervenidas por la Comisión Europea, el FMI y el Banco Central (la famosa “Troika”).

España se salvó de la intervención de su economía porque prometió hacer reformas para revertir la situación: reforma financiera y reforma laboral, esencialmente (ver “Recuperación económica y grandes empresas”, 2015, Teconté Ediciones: http://edicionesteconte.com/node/1899) y otras muchas más como la Desindexación de la economía, la Unidad de Mercado, la ley del Emprendimiento y la Agenda Digital. Sí pidió dinero España a Europa para reformar el sistema financiero: pasamos de 95 entidades financieras a 17. La Unión nos concedió hasta 100.000 millones de euros en 2012, de los que se usaron 42.000 millones de euros -de los que, en su mayoría, fueron destinados a salvar Bankia, que tal día como hoy, 9 de mayo de 2012, fue nacionalizada-. Bankia debe devolver ese dinero al gobierno español y éste, al europeo.

Llega la recuperación

A mediados de 2013 las reformas del Gobierno daban sus frutos y el PIB empezaba a crecer al 0,1% trimestral. En 2014 creció un 1,4% y en 2015 un 3,2%. En este tiempo se ha creado un millón de empleos netos, según la EPA, aunque la tasa de paro sigue en el 21%. El Gobierno español, que ya ha presentado su Plan de Estabilidad a Europa 2016-2017, contempla crecimientos del PIB del 2,7% y 2,5% en esos años y la creación de 900.000 puestos de trabajo. De seguir por la senda de las reformas, asegura el Gobierno, durante cuatro años más, la tasa de paro se reduciría al 13% y habría 20 millones de cotizantes trabajando. El único problema parecería ser el cumplimiento de los objetivos de déficit público, que este año debería estar por debajo del 3%, aunque Europa nos ha dado un año más de tregua para conseguirlo.

Mientras tanto, el panorama económico mundial está cambiando. En Europa, al apostar por la disminución del déficit público y la consolidación fiscal, se buscó “cuadrar las cuentas”, objetivo difícil de cumplir con 28 países en danza. Al mismo tiempo, por contraste con las iniciativas de Obama (en septiembre de 2011 lanzó otro paquete de estímulo por 400 billones de dólares para estimular el empleo), en Europa apenas ha habido inversión pública para estimular la demanda (son mayoría los economistas que dicen que el problema de la nueva recesión que se nos viene encima es un problema de demanda, fruto de la incertidumbre, la falta de confianza, el miedo y el deseo de ahorrar) y el Banco Central Europeo, a pesar de las promesas de Mario Draghi en 2012 de hacer lo que fuera menester para salvar el euro, ha actuado solo, con la oposición de Alemania, tarde y sin colaboración de los gobiernos, que no han podido o no han querido invertir.

La conclusión ha sido que Europa apenas sale de la recesión con crecimientos del 0,6% (España en el primer trimestre creció el 0,8% gracias al consumo interno y la inversión), mientras Estados Unidos, con pleno empleo, avanza hacia el 3% de crecimiento en PIB. Téngase en cuenta que Norteamérica tiene muchos sectores de actividad: tiene una gran diversificación en sus negocios y fuentes de ingresos, cosa que no tienen ni Europa ni mucho menos España, que depende del turismo, antiguamente de la construcción, del crecimiento orgánico -primero fruto de la demanda externa, ahora de la interna-, de las Telecomunicaciones (Telefónica), Gran Distribución (El Corte Inglés, Inditex), Banca (La Caixa -CaixaBank- Santander y BBVA), Energía (Gas Natural Fenosa e Iberdrola) e Infraestructuras (Abertis, primero y las constructoras con un 87% de sus ingresos fuera de España: ACS, OHL, Ferrovial, etc).

Es, decir, las cosas no han cambiado en diez años -con la excepción de que la renta disponible durante la crisis se ha reducido un 20% de media para los españoles- el empleo que se crea es orgánico y estacional -aunque, gracias a Dios, se generan nuevos puestos de trabajo- y no hemos dado el salto hacia la economía del conocimiento que, gracias a las Tecnologías de la Información, consigue crecimientos en PIB y aumentos de productividad y competitividad del 20%, como en Estados Unidos.

Los emergentes entran en barrena

Al mismo tiempo, los países emergentes entran en recesión (Rusia, Turquía, Brasil, entre otros); los países productores de petróleo sufren en sus finanzas públicas, estado del bienestar y estabilidad social el decrecimiento de los precios del crudo. China tiene una muy grande burbuja de crédito a punto de explotar y, como Estados Unidos ha decidido firmemente volver a fabricar en su propia casa (made in America en lugar del made in China), China cada vez manufactura menos, crecen las tensiones sociales y la economía decrece (ahora en el 6,7-6,8% en PIB) versus el 10% que necesita en PIB, como anticipamos en estas páginas en 2012, cuando Xi Jinping tomó posesión como presidente de China. Todo ello está afectando negativamente al comercio mundial y, en países como Estados Unidos acecha la tentación del proteccionismo. España, su recuperación, dependen de la demanda interna y de la externa: en 2014, las exportaciones supusieron el 32% del PIB, con 147.000 empresas exportando.

Hay consenso entre economistas de distintos signos políticos y desde doctrinas económicas diferentes, que están de acuerdo en el análisis y el diagnóstico. Se acabaron los ciclos. En la medida en que todos los países quieren ser ricos -y el refrán dice que los ricos siempre han vivido a costa de los pobres- y esto es imposible, nos encontramos ante una situación de parón o, lo que es lo mismo: hoy vemos que la economía europea y la española van al ralentí. Que Estados Unidos, sí, crece al 3%, pero en la época de Bill Clinton se crecía al 5% y los salarios aumentaban, había superávit y no el déficit de 19 trillones de dólares de hoy. Los emergentes tardarán no menos de una década larga en volver a ser lo que eran, si es que lo consiguen. Europa se juega su futuro como entidad, no ya política, sino económica: incapaz siquiera de sacar adelante el tratado de libre comercio con Estados Unidos (TTIP, por sus siglas en inglés), la cuestión del Brexit y la supervivencia del euro.

Si España no consigue que la Industria manufacturera, como sector, llegue al 20% del PIB, como en Estados Unidos o Alemania; si no incorpora de verdad las TIC a los procesos de empresas y Administración Pública; si no diversifica sus fuentes de ingresos con nuevos y más sectores de actividad; si no promueve la iniciativa privada (la palabra emprendimiento me provoca ardor de estómago, por ser un eufemismo); si no apoya al 99,88% de sus empresas, que son pymes, de cuatro maneras: con crecimiento, exportaciones, digitalización y financiación…, la realidad es que nos espera una década muy sosita de crecimiento económico, del que pocos suelen quedar satisfechos, como les pasó a los japoneses con sus famosas décadas perdidas…

Jorge Díaz-Cardiel. Socio Director General de Advice Strategic Consultants. Economista, sociólogo, abogado, historiador, filósofo y periodista. Ha sido director general de Ipsos Public Affairs, socio director general de Brodeur Worldwide y de Porter Novelli International; director de ventas y marketing de Intel Corporation y director de Relaciones con Inversores de Shandwick Consultants. Autor de más de 5.000 artículos de economía y relaciones internacionales, ha publicado más de media docena de libros, como La victoria de América, Éxito con o sin crisis y Recuperación Económica y Grandes Empresas, Obama y el liderazgo pragmático, La Reinvención de Obama, Contexto Económico, Empresarial y Social de la Pyme en España, entre otros. Es Premio Economía 1991 por las Cámaras de Comercio de España.

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