Razones para sospechar

Al fin y al cabo, seguro que vive cerca de un hermoso parque y tal vez haga una tarde deliciosa para recorrerlo. Pero si además, la puerta del portal está rota y escucha los gritos de Caperucita por la escalera, tiene razones suficientes para sospechar que alguien va a comerse a alguien en cualquier momento.

Ha dicho González Pons que el Sistema Integrado de Interceptación de Telecomunicaciones (SITEL) es un arma mucho más peligrosa desde que Rubalcaba ha abducido al Presidente del Gobierno. No sé si lo ha dicho con estas palabras, pero permítanme el trazo grueso. En realidad, SITEL es igual de peligroso en manos de Rubalcaba que en manos de Pons, mientras alguien no se decida a actualizar la legislación española que ampara su uso, que pertenece a la época en la que los espías realizaban escuchas secretas con vasitos de Petit Suisse unidos por un hilo.

En su intervención, Pons ha tocado un tema especialmente delicado. Ha señalado el peligro potencial de que Wikileaks entre en SITEL. Presumo que alguien con sus responsabilidades políticas tendrá algo más que una idea feliz al respecto, para barajar públicamente una posibilidad tan grave. Sea como sea, si ocurriera esa tragedia, de la noche a la mañana miles de documentos flotarían por la red, dejando al descubierto la verdadera repercusión de este sistema de espionaje y, en definitiva, sacando a la luz cómo está gestionando el Gobierno esta tentadora herramienta. Si cualquier web publicara las verdades de SITEL, supongo que, por un lado, más de la mitad de los altos cargos políticos, nacionales, autonómicos y municipales, se verían obligados a dimitir. Y, por otro, nos horrorizaríamos al ver la cantidad de “datos colaterales” que el sistema puede llegar a engullir, y el poder real que supone ser el administrador de toda esa valiosa información. Sabemos que la idea inicial es emplearlo sólo para perseguir a los delincuentes, pero no conocemos aún cuál es en la práctica el alcance de este complejo de espionaje.

Para los que no lo conocen, conviene mencionar que SITEL, en resumen, es como las chicas del Roxy de la canción de Loquillo: “A través de los años, lo saben todo de ti”. Desde que usamos teléfono móvil, correo electrónico y tarjetas, nuestra privacidad es sólo psicológica, como la del avestruz, que se cree que nadie la ve cuando mete la cabeza bajo tierra. El misterio sobre su funcionamiento y sus lagunas legales, hacen de SITEL un gran archivo de datos personales de toda clase, que viajan libremente a disposición de la policía y, por ende, del poder político. En particular, el Vicepresidente y Portavoz del Gobierno y Ministro del Interior, concentra en su insigne persona todas las responsabilidades y garantías de su manejo. Nadie duda de la eficacia de SITEL en la lucha contra el crimen. El problema es que ver al portavoz del gobierno que negó y renegó los GAL pilotando ahora el avión de SITEL es como lo de encontrarse el coche del lobo feroz en la puerta de casa. De entrada, hay razones para sospechar.

Las sospechas crecen más aún al verlo funcionar últimamente. Rubalcaba está inmenso desde que entró en el cuerpo de Zapatero y se lo comió, naturalmente, en sentido figurado. Y un Rubalcaba crecido es todavía más peligroso que un Rubalcaba enfadado con el mundo. El actual vicepresidente ha convertido sus ruedas de prensa en algo parecido a El Club de la Comedia, y va pasando de Emilio Aragón a Quique San Francisco sin pestañear, lleno de sí, seguro de que da lo mismo que interprete bien o mal cada uno de sus personajes, porque es consciente de que hoy, como ayer, es el político con más poder en España. Y lo demás, sencillamente, o no importa, o “no toca”, que es lo que suelen responder nuestros políticos cada vez que un periodista les hace una pregunta realmente interesante.

Al final, la única diferencia entre el “no toca” de Rajoy y el “no toca” de Rubalcaba, está en que el primero lo dice muerto de miedo, mirando de reojo a su jefa de prensa, y el segundo lo dice muerto de risa, mirando al frente, calibrando en silencio su poder real, y pensando en lo mucho que va a divertirse con la oposición en los próximos meses, a las puertas de unas elecciones generales en las que, según las encuestas, lo tiene todo perdido.

 
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