Rebelión parlamentaria del PSOE

"Ante la demagogia y el populismo hemos respondido con más demagogia y más populismo. ¿Cómo hemos podido dejar que la sociedad crea que somos unos privilegiados?". Juan Barranco, del Grupo Parlamentario socialista, se manifiesta dolido, perseguido por una injusta opinión pública que no conoce la dureza del trabajo que desarrollan los sufridos diputados.

La masa ignorante vierte su furia contra los esforzados padres de la patria que, a cambio de un miserable salario, y sin ningún tipo de prebenda, de sol a sol se dejan piel y carne en los escaños.

Los parlamentarios socialistas claman contra la injusticia, y ensalzan el encomiable sacrificio, nunca bien reconocido, de servir a los ciudadanos hasta el último aliento. Defienden la actividad política y la tarea que realizan con puntualidad, responsabilidad y presencia. Abarrotadas están Cortes y Senado; se apelotonan sus señorías en las entradas todos los días y a todas horas, no se les vaya a hacer tarde, que no falte ni uno.

Y este abnegado martirio, este generoso padecimiento, por nada, por seis mil euros mensuales de base más dietas y complementos, una menudencia que no compensa de ninguna manera privaciones y entrega sin par. Es por ello que, para salir adelante deben pluriemplearse vendiendo su sabiduría a empresas por unos cuartos que les permitan sobrevivir en este inmisericorde mundo.

Es una confabulación, un complot orquestado por una derecha que ha atacado la dignidad de los políticos. Barranco, ejerciendo de diputado coraje, expone las heridas del abuso. "Ya nos dejamos arrastrar porque la derecha dijo que había que trabajar en julio y en enero y nos inventamos reuniones para justificarnos, cuando la mayoría de los diputados tenemos actividades en nuestra circunscripción en esos dos meses; y ahora caemos en lo mismo".

Por Dios, a quién se le ocurre reclamar tamaño empeño, agotaditos que llegan todas las noches a la cama, que ni pijama se ponen. "Han acuñado la especie de que tenemos privilegios quienes están en mejor situación y tendrán la vida asegurada, por lo que quien pierde es el más débil". Ciertamente, no se puede consentir el acoso que penan las criaturas, indefensos rectores públicos, denostados proletarios, mártires de España (y autonomías).

Así que nada, manos al asunto, y a ponerse las pilas;  el grupo socialista será muy activo en la regulación de remuneraciones, incompatibilidades y derechos de los parlamentarios, faltaría más. Ante el ataque de la derecha, la mejor forma de responder es legislando en beneficio propio.

Yo me pongo el sueldo, yo me pongo la pensión, yo me pongo las funciones, yo me pongo las incompatibilidades, yo me pongo el horario, yo me pongo las obligaciones, yo me pongo los derechos, yo me pongo los privilegios y, en resumen, yo me pongo morado. Sin pudor, sin vergüenza, sin cortarse un pelo.

La casta política enseña la deformidad de su rostro y se blinda; presiente su final, la muerte del chollo, y se resiste a perder aquello que han conseguido con embustes y traiciones. El buen político debe actuar por y para los que depositaron su confianza en él. Algunos hay de éstos.

 

Pero esta izquierda rancia y torpe que protesta y se burla, es un colectivo al  que no le importa un cuerno nada que no sea su posición y sus ingresos. Deberían desaparecer de inmediato y volver a las cavernas. Es muy duro asistir a la muerte de los principios, a la desintegración definitiva de las ideas.

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