Réplica a “Los matrimonios homosexuales y nuestras pensiones”

En relación con la carta de Dª María C. Sánchez López, "Los matrimonios homosexuales y nuestras pensiones", quisiera hacerle llegar una serie de consideraciones.

En primer lugar, el hecho de que este gobierno, el PSOE y sus socios hayan patrimonializado y manipulado la defensa de los derechos de los homosexuales no debe llevar a pensar que todos nos identifiquemos con ninguno de esos partidos.

Al igual que cualquier otro colectivo de la sociedad nuestra ideología política es variada. No somos un colectivo homogéneo en cuanto a nuestros pensamientos. Hay homosexuales simpatizantes del PP, muchos incluso militantes. Hay homosexuales que no siendo del PP no se identifican ni con el PSOE ni con ninguno de sus socios.

En segundo lugar, la mayoría de los homosexuales, lejos de los estereotipos explotados y ridiculizados por algunos medios, somos personas integradas en esta sociedad (aunque les cueste creer a muchos y a pesar de su rechazo) con todo lo que ello conlleva. Trabajamos y hacemos frente a nuestras obligaciones entre las cuales están el pago de impuestos y la cotización a la seguridad social.

La única diferencia es que nuestra esencia nos lleva a compartir nuestra vida, nuestras emociones y nuestra sexualidad con personas de nuestro mismo sexo, algo que la inmensa mayoría llevamos a cabo desde nuestra libertad individual y el respeto a los demás.

¿Qué razón hay para que no siendo discriminados respecto a las obligaciones para con el estado, lo seamos con los derechos? ¿Por qué razón no habríamos de tener derecho a una pensión si habremos cotizado al igual que cualquier otro ciudadano? La ignorancia sobre la homosexualidad, sembrada y alimentada en muchos casos por sectores progres que dicen defendernos, impide a muchos entender que no somos monstruos, que somos tan distintos o tan iguales que los heterosexuales y que no deberíamos ser discriminados por el mero hecho de una particularidad que entra dentro de nuestra libertad individual.

De la misma y desgraciada manera, el término homosexual es, aún hoy para muchas personas, sinónimo de depravación, perversión, pederastia (como si no hubiera pederastas heterosexuales), prostitución, enfermedad, etc. Al igual que los heterosexuales, la inmensa mayoría de nosotros somos personas normales, ni mejores ni peores.

Por último, señalar algo que mucha gente desconoce. La mayoría de los homosexuales (sobre todo en épocas pasadas) han sido personas que a las dificultades de la vida han tenido que añadir el rechazo de la sociedad, de su entorno laboral, de sus amistades y de sus propias familias. Condenados al ostracismo de una vida en soledad. Rechazados por una iglesia de un Dios en el que muchos han querido creer y no han podido.

No pocos homosexuales han acabado y acaban suicidándose, sobre todo en la adolescencia, otros han sido y son torturados hasta la muerte en muchos países del mundo simplemente por su condición sexual, sin haber cometido ningún crimen.

 

Lejos de lo que pueda usted ver en la TV no piense que los homosexuales somos personajes de circo a los que todo nos da igual o que lo único que nos importa es el sexo y la fiesta. Somos mucho más que eso, somos personas como usted, aunque le cueste creérselo.

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