Javier Fumero

Su Santidad el anarquismo

Estoy perplejo con algunas reacciones que se están produciendo estos días a raíz de los graves incidentes registrados tras la ‘marcha de la dignidad’ que se celebró el pasado fin de semana. Resulta inaudito comprobar cómo algunos justifican todavía la violencia.

Digámoslo de nuevo, alto y claro. En democracia no hay atajos ni excusas que valgan. No se puede utilizar la violencia como medio de expresión. Nunca. Por eso hay que denunciarlo siempre.

Ni escraches en la puerta de casa, ni zarandeos y empujones a la salida de un juzgado, ni pintadas o cócteles molotov en las sedes de partidos (de ninguno), ni bates de béisbol, ni adoquines o tirachinas con rodamientos. Ningún hombre de bien puede defender el recurso a ninguna de estas prácticas.

Entiendo que no estarán de acuerdo conmigo –ya lo sé- los antisistemas, por ejemplo; esos chicos que se están labrando un hueco en la historia de nuestro país por su fama de reventadores. Son talluditos, con rastas, pañuelos palestinos, caretas de Anonymus... y van dejando policías heridos por las esquinas. Y mamparas rotas, cajeros reventados, marquesina destrozadas, contenedores incendiados.

Ellos no van a entender esto porque su objetivo es cargarse el sistema: la democracia, el entendimiento, la propia estructura del Estado.

Hay quien sostiene que se está exagerando, que son cuatro amiguetes excluidos socialmente y poco más. No es verdad. Si tienen cinco minutos les recomiendo que se den una vuelta por esta noticia que publicamos el jueves pasado: impresiona comprobar el grado de maduración que ha adquirido el movimiento anarquista en nuestro país.

Por lo tanto, ojo a quienes se alinean a su lado defendiéndolos. Porque se vuelven cómplices. Eso está pasando hoy. No es la primera vez.

Todavía recuerdo cuando el alma cándida de Sánchez Gordillo asaltó dos supermercados en Andalucía. El típico iluminado que critica el sistema dando caña: comida para el pobre porque el mundo se muere de hambre. Pues hubo algún espabilado entonces que, obnubilado por el nuevo Robin Hood de los bosques, idolatró al alcalde de Marinaleda.

Estupendo.

 

Después, vete a tu casa y quéjate si otro descerebrado –esta vez de la extrema derecha- te deja sin dientes porque eres un rojo de mierda... No podrás. Te está hablando en tu propio idioma. Tú te has quedado sin argumentos.

Una última cosa. Nadie está exigiendo una reflexión sobre esta sociedad que estamos alimentando, tan proclive a tomarse la justicia por su mano. Quizás haya llegado el momento también de echarle una pensada a esta cuestión.

Más en twitter: @javierfumero


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