Semana de peleas entre políticos. Hasta los del mismo partido se niegan el agua

Es como una película de amor pero al revés. Todo había comenzado con besos y arrumacos y ha terminado a puñetazos. Los besos al principio y los puñetazos al final siempre dejan mal sabor de boca.

La semana no podía haber empezado mejor. Estábamos todos en pleno éxtasis amoroso contemplando con arrobo los encuentros entre Ruíz Gallardón y Miguel Sebastián. Era enternecedor verles –ya sin fotos por medio- dedicarse cariños, piropos y mirarse con ojos tiernos.

Y aún sin recuperarnos de las consecuencias de las declaraciones amorosas de uno y otro, nos encontramos a la pareja Aguirre-Blanco en plena luna de miel. Querido ministro por aquí, queridísima presidenta por allá, y algún que otro beso furtivo. Hasta se rumorea que los documentos que se intercambian e intercambiarán ambas administraciones con lo de las cercanías de Madrid van a ir perfumados con agua de rosas.

Los políticos son así. Lo ha dicho José Blanco que, entre el recuerdo a su padre en la toma de posesión como ministro de Fomento y las alusiones a su madre, nos ha demostrado lo buen hijo que es y, además, que esa bondad le viene de naturaleza. Porque el papel que hacía antes de malo de la película era eso, sólo un papel que él interpretaba a las mil maravillas. La capacidad de perdonar que tienen nuestros políticos es absolutamente franciscana.

Ya podría aprender Nicolás Sarkozy, que además de rencoroso es envidioso. Porque salir ahora hablando de la inteligencia de Rodríguez Zapatero no es más que rencor por aquello de que nos envidiaba, y lo único que ha demostrado el presidente francés es que Zapatero tenía razón y Sarkozy nos tiene envidia. Que ya hay que ser rencoroso tener al lado a la Bruni y mostrarse celoso de ningún otro mortal. Pero los franceses ya se sabe.

Conde Pumpido no es francés, pero les debe tener envidia a Rubalcaba y a Garzón –dos por el precio de uno- porque se ha cegado en sus rencores y ha montado un dos de mayo- ni que fuera gabacho- con la policía, la guardia civil, los informes sobre las ‘nekanes’ y las atenciones al Tribunal Supremo.

Y no hablemos nada de la envidia que Fernández Ordóñez debe de tener al ministro de Trabajo. El Gobernador del Banco de España ha puesto contra la espada de las pensiones y la pared del déficit a Corbacho, y Corbacho se ha salido de la espada y de la pared dando mandobles y diciendo al presidente del Gobierno que eso no se puede consentir y que hay que quitar de en medio al gran banquero. Vamos, que quiere hacer con él lo que él ha hecho con los prebostes de la Caja de Castilla- La Mancha.

Y mientras Núñez Feijoo se sienta en el sillón -no se sabe si el lujoso de Touriño o el nuevo más austero- de presidente de la Xunta, el PNV aprovecha el domingo de resurrección y el Aberri Eguna para salir de la tumba de los resultados electorales y arremeter contra el próximo lehendakari, Patxi López. Cómo será la cosa en el País Vasco que el partido de Rosa Díez ha reconsiderado su anterior abstención y va a votar sí a la investidura del socialista.

Hasta los del propio partido se lían unos contra otros. Esperanza Aguirre monta la guerra del agua contra la presidenta de la Asamblea de Madrid que es de su partido, y Rodríguez Zapatero se carga de un plumazo a Ramón Jaúregui y lo manda a Bruselas a pasear por la Gran Place del bracete de ex ex  Maleni.

 

Hasta las comunidades de vecinos están a la greña y tiene que llegar Miguel Sebastián, que una vez soltada la mano de Ruíz Gallardón va a nombrar un ‘inspector de escalera’ para que nos vigile en la ducha –una especie de ‘voyeur’- y vea el agua que gastamos y la luz que derrochamos.

Si estará la cosa metida en batallas y violencia que hasta Carod Rovira –Josep Lluís, me llamo Josep Lluís- ha obligado a Carod Rovira –Josep Lluís, me llamo Josep Lluís- a retirarse de la lucha por la candidatura a president de la Generalitat y dejarle al campo libre a Puigcercós.

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