Javier Fumero

Lo que une a Soraya Sáenz de Santamaría y a Eduardo Torres-Dulce

Creo sinceramente que no existe precedente. Lo que estas dos personas han logrado no se había visto en nuestro país en los últimos 20 años. Ningún portavoz del Gobierno había superado dos años de comparecencias semanales en Moncloa pisando menos minas. Y ningún Fiscal General del Estado ha provocado menos incendios en 24 meses de ejercicio del cargo.

No digo que, en su ejecutoria, no hayan tenido momentos complicados, provocado alguna polémica o no hayan generado algún tipo de rechazo. Porque eso ha sucedido en los dos casos.

Que yo recuerde, el Fiscal General del Estado fue duramente criticado cuando salió a la palestra para dejar claro que, a su juicio, no había elementos suficientes para imputar a la Infanta Cristina por el caso Noos. Cuando fue derogada la doctrina Parot, recibió presiones para que detuviera las excarcelaciones de etarras y delincuentes peligrosos.

También recibió duros reproches de algunos fiscales cuando ordenó retirar un recurso ante el Tribunal Constitucional que iba a sentar jurisprudencia sobre las desapariciones de represaliados durante y tras la Guerra Civil.

Sáenz de Santamaría tiene que afrontar, cada viernes, la rueda de prensa posterior al consejo de ministros. Rajoy no suele atender a los periodistas. Algunos ministros permanecen también prácticamente inéditos en eso de responder a los informadores.

Pero la portavoz del Gobierno no se puede esconder. Su comparecencia es obligada. Allí está ella prácticamente cada viernes del año, sola ante el peligro en el Palacio de La Moncloa, para responder a todo: Bárcenas, Gürtel, Cataluña, dedazos, excarcelación de etarras, becas, sobresueldos, paro, Ceuta y Melilla, Urdangarín, ley de seguridad ciudadana...

Dicho mal y pronto, Soraya se debe ‘comer todos los marrones’: los propios y los ajenos. Y pese a todo, nadie le puede afear la conducta. No se le recuerda un sólo patinazo. Nadie ha podido pillarle en un renuncio, en una imprudencia, en una metedura de pata, en una mala explicación. Es curioso.

En los dos casos, fiscal general y ministra portavoz, basta echar un vistazo a las hemerotecas para comprobar que son responsabilidades de riesgo. Tanto, que deberían llevar aparejadas un plus de peligrosidad. Muy pocos han salido indemnes de tales cometidos. Ellos lo están logrando. Para tomar nota.

Más en twitter: @javierfumero

 
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