El aborto reducido a estadísticas

Lo difícil era dar los primeros pasos y esos los ha recorrido el Gobierno de Rodríguez Zapatero de forma sistemática sin que a Bibiana Aido se le arquee una ceja. El grueso de la sociedad española y de la opinión pública ya se está acostumbrando y comienza a comulgar con las ruedas de molino de los números que hacen referencia al crimen del aborto.

Y es que el aborto en España ya es mercancía normal y se puede reducir a cifras. Cifras de abortos en un determinado período de tiempo. Cifras que aluden a las edades de quienes abortan. Cifras que reflejan la repercusión según en qué estamentos y capas sociales, etc.

Ahora le ha tocado el turno a los números que nos avisan de los costes. Se trata de saber lo que cuestan los abortos en las distintas autonomías y los aumentos dinerarios a los que tienen que hacer frente las consejerías de Sanidad.

La batalla quiere llevarse a otros campos y se intenta distraer al personal de lo que verdaderamente importa que es el atentado flagrante contra la vida de seres inocentes. Eso se quiere convertir en algo accesorio y totalmente asumido, mientras que se cuantifican costos sanitarios y se estudian porcentajes.

Se explica lo que cuesta un aborto en una clínica privada en comparación con la sanidad pública. Se hace recuento de los aumentos de abortos en los hospitales públicos en comparación con períodos anteriores a la entrada en vigor de la nueva ley y se refleja en estadísticas frías, la situación económica provocada por el -se dice- incremento espectacular de abortos a cargo de los contribuyentes.

En cualquier caso el objetivo está conseguido. Se coló de rondón la frase ‘interrupción voluntaria del embarazo’, cuando había que decir, pura y simplemente, aborto Se paso de discutir la misma esencia del aborto y su aceptación social, a estudiar con todo detalle las repercusiones psicológicas en la mujer que aborta; de ahí se llegó a acordar, con más o menos diligencia, los plazos en los que podía permitirse el aborto y ahora estamos en la fase de limitarnos a hacer estadísticas de costes, como si de exportar tomates se tratara. Todo un hallazgo.

A lo menos que puede aspirar una sociedad moralmente sana, es a no dejarse engañar con frases equívocas y con hechos consumados. Una sociedad madura con leyes justas o injustas, debe defenderse –como mínimo- de campañas de ‘normalización’ de lo que no es normal y de eslóganes claramente publicitarios que pretenden cambiar la realidad que supone la tragedia del aborto.

La duda es si la sociedad española, en su conjunto, está en disposición de afrontar esa batalla de cara a futuras situaciones que, en el caso del aborto, nada tienen de futuras sino que ya son presente.

 
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