José Apezarena

Adiós, Pablo Iglesias

Pablo Iglesias y Carolina Bescansa en la noche electoral del 26-J.
Pablo Iglesias y Carolina Bescansa en la noche electoral del 26-J.

Pablo Iglesias apareció en la política nacional poco menos que como la gran esperanza de la izquierda radical de alcanzar un día el poder a través de las urnas. Llegó a publicarse, bastante en serio, que su partido podía ganar las elecciones y formar Gobierno.

En efecto, no pocas encuestas, y también algunas portadas, por ejemplo de El País, anunciaron que sería primera fuerza política en España. No ocurrió así. La amarga realidad se impuso, y a lo más que llegaron fue a terceros. Y ahora bajando.

El propio líder estuvo a punto de convertirse en vicepresidente del Gobierno, si hubiera salido aquel proyecto de coalición gubernamental con el PSOE de Pedro Sánchez, en el que, entre otras cosas, pidieron controlar el CNI. ¡Qué tiempos aquellos!

Ahora, las cosas son de otra manera muy distinta.

He de recordar que he dedicado estas líneas a Pablo Iglesias en numerosas ocasiones. Con algo más de frecuencia cuando empezaron a irle las cosas mal. Allá por enero de 2018, me pregunté dónde estaba, porque se encontraba desaparecido del escenario político y no se sabía bien por qué. Era el comienzo del fin.

Después, en abril, le dirigí una carta, a raíz de que fuera encontrándose cada vez más solo, abandonado por quienes fueron sus colegas fundadores, descartados uno tras otro hasta no quedar ninguno.

Más recientemente, en enero, le dediqué unas líneas afirmando que, desde el punto de vista político, Iglesias se había "suicidado" cuando decidió comprar el chalet de Galapagar. Añadí que él mismo lo sabía bien, a pesar de lo cual continuó adelante.

Ahora, he seguido con algún interés su actuación en los dos debates electorales celebrados, tras los cuales me he ratificado en la convicción de que Pablo Iglesias está, definitivamente, de salida.

Ante las cámaras, le he visto enormemente despegado, como si él no se jugara nada en el envite de estas generales, en plan "reina madre" o poco menos, dando consejos benéficos a los demás contendientes, sin fajarse de verdad... Insisto, como si no le fuera nada en estas elecciones.

 

Vista su actuación, las cuestiones que planteó, pero sobre todo el tono utilizado, me parece que en estos dos días no ha ganado ni un solo voto para Podemos. Incluso pienso que algunos de sus partidarios han podido bajarse del carro, tras llegar a una conclusión del tipo de "este no es mi Pablo Iglesias, que me lo han cambiado".

¿Qué está ocurriendo? Que, en efecto, Pablo Iglesias se encuentra de salida. Se va. Abandona el primer plano, para dejar paso a Irene Montero como sucesora de un partido, ahora por lo visto "femenino", llamado Unidas Podemos.

Tal como ha publicado ECD, portavoces de Podemos reconocen que, efectivamente, la imagen de Pablo Iglesias ha sido "escondida" en la campaña de estas generales, en la línea de ir asentando la sucesión.

Así pues, el principal promotor, alma e imagen de Podemos, abandona. Lo deja. Voluntariamente, sí, porque nadie le destrona. Pero también empujado por la amarga realidad de asumir que nunca conquistará el cielo: que no ganará elecciones, ni llegará a ser presidente del Gobierno.

Adiós, Pablo Iglesias. Y disculpa si no te echamos demasiado de menos.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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