El arte de vivir, construyendo equipo

Charles Chaplin escribió que la vida es tan corta que sólo nos alcanza para ser amateurs. Sí, pero me permito matizar al admirado genio, pues considero que quien se esfuerza en aprender cada día, rectificando y abriendo los ojos –y las obras- a las necesidades de los demás, se está convirtiendo ya en un gran profesional del auténtico vivir. Dice un amigo que cuando ya vamos aprendiendo “de qué va la película”, la función se termina, pero fuera el disfrute aún es mayor, si la vida es verdaderamente humana, si el quehacer está tejido de generosidad y entrega a los demás.

En todo caso, no hay recetas mágicas y cada persona sabe en qué consiste su particular modo de alcanzar ese arte de vivir. Grandes pensadores se han ocupado de ello. Pero lo que está claro es que aunque normalmente no podemos elegir los hechos o circunstancias que nos rodean, sí vamos a poder decidir cómo enfrentarnos a esos hechos, en qué referencias y principios basaremos nuestra actuación.

Aprender a gestionar emociones y pensamientos es tarea necesaria para todos y a cualquier edad. No vale ninguna inercia ni costumbre si queremos afinar en buscar lo bueno, incluso entre dificultades.

Algo muy necesario a tener en cuenta es que, de alguna manera, siempre vamos a formar parte de un equipo –laboral, familiar, social, deportivo…- en el que nuestro actuar va a ser importante, siempre.

¡Que no nos entre el vértigo ante tanto por hacer o situaciones difíciles! Pero tampoco el aburguesamiento ante tareas ya conocidas o estatus ya adquiridos.

Podríamos decir muchas cosas, pero para concretar, considero que un equipo para funcionar bien requiere:

ð Unidad en la motivación y la confianza.

ð Paciencia en la interacción entre personas que coexisten en el mismo lugar y en el mismo tiempo.

ð Generosidad para recibir y ofrecer experiencias y conocimientos.

 

ð Mejorar los criterios y las acciones de calidad gracias a las intervenciones proactivas de todos los miembros del equipo.

ð Claridad y estabilidad en los acuerdos.

ð Empezar y recomenzar, una y otra vez, con humildad.

ð Aprender a pedir ayuda y a comprender las dificultades de los demás.

Por otra parte, un componente imprescindible va a ser la creatividad, en la que aparecerán los diversos ritmos y peculiaridades de los miembros del equipo. Por eso, en las reuniones se verán todas la ideas como bienvenidas y, tarde o temprano, han de ser habladas para desarrollarlas, o transformarlas.

En fín, como diría Josep Pla, volvamos a donde íbamos. A cultivar el buen arte de vivir. Y para eso no olvidemos que nunca estamos solos, que precisamos coordinar esfuerzos, en tantos aspectos de la vida, por el bien de todos.

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