Javier Fumero

Así y todo, con Cataluña hay ahora una oportunidad

Marcha de la ANC desde Vic.
Marcha de la ANC desde Vic.

Las últimas informaciones confirman que se acaba de producir una grave fractura interna en el independentismo. Los promotores, los impulsores de todo esto, están divididos. Los dos principales artífices de este guirigay están echando un pulso: discrepan profundamente sobre la hoja de ruta a seguir.

Al analizar esta guerra civil es curioso constatar que se ha producido una paradoja. El partido que durante años se mostró más partidario de una ruptura, de apostar por una abierta confrontación con Madrid –estoy hablando de Esquerra- es ahora la formación que defiende echar el freno, descartar las declaraciones unilaterales y buscar formas de entendimiento.

En frente se sitúa un partido –Junts per Catalunya- que, cuando todavía no había mutado de capullo a mariposa y aún se llamaba Convergencia, siempre se opuso a una autodeterminación por las bravas. Apostaba por la moderación y el diálogo con Madrid mientras iba obteniendo prebendas en forma de financiación y más cotas de autonomía.

Ahora, como digo, se han cambiado las tornas. En Esquerra hay un enfado monumental con Quim Torra. Lo califican de traidor por saltarse la respuesta acordada sobre la sentencia del 1-O. Habían pactado una reacción dura en los términos pero contenida en los hechos, pacífica, contemporizadora. No ha sido así. Los republicanos están convencidos de que los antiguos Convergentes han cometido errores graves, de bulto. Se han echado al monte y Quim Torra está descontrolado.

Para colmo, desde Esquerra entienden que todo lo sucedido es pura y simple estrategia electoral: JxCAT, que estaba hundido en los sondeos, quiere calentar el ambiente estos días y tensar la cuerda lo máximo posible para anunciar un adelanto de las elecciones autonómicas que le permita aprovechar el río revuelto de la indignación general. Consideran repugnante esta instrumentalización de un sentimiento.

Y a todas estas, Oriol Junqueras lleva dos años en una cárcel de Cataluña pagando el desplante de un tal Carles Puigdemont, que tras el arrebato heroico de 2017… puso rumbo a Bélgica, donde vive un exilio confortable pagado por los catalanes. Manda narices, rumian en Esquerra.

Por todo lo dicho, en Cataluña hay ahora mismo una oportunidad. La división del independentismo debilita esa causa y abre una brecha por donde colar una solución a tanto desatino. Toca a nuestros políticos encontrar el modo de aprovechar la ocasión. No sabemos si habrá otra de este calibre.

Más en twitter: @javierfumero

 
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