Por la boca… A falta de pan, buenas son tortas

Claro está que nadie esperaba un debate de altura, con intercambio de ideas y opiniones, una confrontación serena de puntos de vista, sin entrar en batallas por lo pasado, por lo dicho o por lo hecho. Las expectativas se cumplieron y la reflexión pausada, la exposición de propuestas a los militantes, la visión de futuro y las ideas que deberían exponer quienes, no solamente aspiran a liderar el socialismo, sino que deben ser una alternativa de poder, no aparecieron por ningún lado.

El debate de los tres candidatos a la secretaría general del Partido Socialista, hizo bueno el refrán y, a falta del pan de las ideas y de las propuestas, nada más empezar, aparecieron las tortas.

De las carencias da idea, por ejemplo, el hecho de que el espacio dedicado a la economía apenas diera lugar a una mínima controversia, mientras que lo ocurrido con la Gestora, con la abstención, con la ‘expulsión’ de Pedro Sánchez, con el asunto de las nacionalidades o con los 85 escaños obtenidos por el ex secretario general, fueran motivo de las más encendidas arremetidas.

Mentirosos, difamadores, perdedores, ignorantes, ‘ombligueros’, ‘robadores’ de ideas, vendidos a la derecha…fueron los piropos más repetidos y, mientras Susana Díaz recordaba una y otra vez a Pedro Sánchez sus repetidos fracasos electorales y le decía que lo que tenía que haber hecho era irse, Pedro tiraba de hemeroteca y según Díaz mentía al citar declaraciones suyas de años atrás.

Patxi López decía estar harto de oírse llamar traidor, y examinaba a Pedro Sánchez de nociones sobre lo que es una nación y le espetaba que le parecía bien que ‘si no tienes ideas aproveches las mías’.

Sánchez respiraba por el rencor de la herida y admitía que nunca olvidaría lo que le habían hecho el 1 de octubre y afirmaba su feminismo basándose en el sólido argumento de que tiene dos hijas; como de costumbre atacaba a Mariano Rajoy (lo primero que haré será ‘exigir’ su dimisión) y afirmaba impertérrito que no fue presidente del gobierno por las condiciones que puso a Podemos, olvidando una vez más su poquedad electoral y mientras tiraba de recuerdos, más o menos amargos, pedía un PSOE del S.XXI. Curioso.

Volvía Díaz a recordar una y otra vez los 85 escaños, afirmaba que el Partido Popular es un partido infame, se encabritaba porque decía que Sánchez la difamaba y le recomendaba ‘háztelo mirar porque nadie te cree y porque haces y dices lo que a ti te conviene en cada momento’; recurría a la poesía y a la lírica para afirmar sus principios socialistas.

El único que –salvo algunos encontronazos con Sánchez- mantenía la calma, el discurso de la serenidad y pretendía restañar heridas para mirar hacia adelante, era Patxi López. Lástima que, con las votaciones al uso, tenga pocas posibilidades de ganar.

Solo había coincidencias en los tópicos de la desigualdad, de la precariedad del empleo, de los recortes, de la lucha contra la violencia de género, de la reforma laboral, de la atención a jóvenes y pensionistas y en eso de que el día 22 el vestuario será una piña.

 

Y poco más entre torta y torta.

Muy poco para lo que se supone una audiencia que, en una semana, va decidir quién es el nuevo secretario general de los socialistas. A este respecto, no deja de ser preocupante que unos miles de militantes de un partido, por importante que sea, decidan el rumbo de la política española en los próximos años. Porque si gana el ala más socialdemócrata, hará una oposición basada en el afán de que nadie pueda acusarla de connivencia con la derecha y si la victoria cae del lado de la izquierda más radical, la alianza con Podemos y los separatistas, nos llevaría a unas nuevas elecciones generales.

Todo esto precedido de besos y sonrisas, de afirmaciones de normalidad y de actores que deambulaban con la espalda llena de cuchillos, afirmando que había sido un debate normal, democrático y que para sí lo quisieran otros partidos.

Pues, como dice Susana Díaz, que se lo hagan mirar.

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