Por la boca… Una oposición resignada

Pablo Casado y Albert Rivera.
Pablo Casado y Albert Rivera.

Partido Popular y Ciudadanos han asimilado el papel de perdedores y parece que su único objetivo es liderar la oposición al Partido Socialista, sin contar con la “oposición” que se hacen el uno al otro.

Según las más de las encuestas, las posibilidades del Partido Socialista de mejorar sus posiciones tras unos nuevos comicios, son algo más que meras especulaciones. Incluso llegaría a la mayoría absoluta con el concurso de Podemos y la ayuda del Partido Nacionalista Vasco.

Así las cosas y con la que está cayendo, podría pensarse que el olfato de los electores está un poco deteriorado, pero lo cierto es que los españoles en edad de votar y en el pleno ejercicio de sus derechos ciudadanos, son libérrimos de votar a quienes quieran y eso harán en la primera ocasión que se les brinde.

Pero convendría dejar a un lado las posibilidades de Pedro Sánchez, las simpatías políticas que al parecer despierta y hasta olvidar los desmanes sin cuento que está cometiendo desde que llegó a La Moncloa, para poner el foco en los partidos de la oposición y llegar a la conclusión de que su trayectoria es más bien pobre y que muy posiblemente merezcan esos resultados que auguran las encuestas, porque Partido Popular y Ciudadanos, han asimilado el papel de perdedores y parece que su único objetivo es liderar la oposición al Partido Socialista, sin contar la “oposición” que se hacen el uno al otro.

Uno de los fines fundamentales que, al menos en teoría, se atribuye a cualquier formación política, es su aspiración inequívoca de llegar al poder, de gobernar.

Si se pretende gobernar, tras adoptar una ideología clara y definida -al menos en asuntos fundamentales- hay que presentar propuestas en positivo, mostrar a los ciudadanos un bagaje lo suficientemente convincente como para lograr su confianza en las urnas y designar a las personas más idóneas en las diferentes candidaturas.

Si por el contrario a lo único que se aspira es a apartar del poder a quien lo ostenta, se obviará el planteamiento ideológico, se incidirá constantemente en los errores que cometa el partido en el poder, se criticarán sus propuestas y se rechazarán todas sus acciones.

En el primero de los casos, el partido procurará -sin abandonar la crítica- ir siempre por delante de los acontecimientos, anticiparse a los otros y trasladar a la sociedad un proyecto ideológico que convenza por su credibilidad y por su solvencia.

Ni Ciudadanos ni el Partido Popular, parecen tener el menor interés en el primero de los caminos, mientras transitan instalados cómodamente, por el segundo, viendo como el Partido Socialista, al menos de cara a los votantes y, según las encuestas, no se desgasta en el poder, no pierde apoyos institucionales y camina con paso no demasiado seguro, pero cierto, hacia el protagonismo en los próximos años, bien tras una investidura o después de una elecciones.

 

Raro es el día en el que los dardos envenenados no vuelan desde las filas populares a las de Ciudadanos y viceversa. Y así, a lo más que se puede conseguir, es el “pírrico” e hipotético liderazgo de la oposición.

Y todo lo anterior, sin aludir a la inestabilidad manifiesta de sus alianzas en ayuntamientos y autonomías.

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