Javier Fumero

En la cárcel hace mucho frío

Afortunadamente, no lo digo por experiencia. Nunca he estado preso, ni privado de libertad por la justicia. Pero quienes han estado en un centro penitenciario hablan del tremendo impacto que supone pasar, aunque sólo sean unas horas, entre rejas.

Al parecer, el primer golpe viene provocado por la efectiva sensación de lo más obvio: uno está encerrado, sin poder tomar sus propias decisiones. Debes pedir permiso hasta para ducharte y así con todo, hasta con las cosas más elementales. Esa imagen de los barrotes en la ventana deja huella.

Después está otra circunstancia importante: uno está entre maleantes. Eso, al parecer, se percibe de inmediato. Uno ha acabado entre ‘lo peor’ de cada casa, rodeado de gente a la que se suele evitar por la calle.

Ya sé que por ahí, por la calle, muy libres, transitan auténticos delincuentes, peores que muchos presidiarios convictos. Y que en prisión debe haber buenas personas que, simplemente, cometieron un día un error. Pero así, en general y como norma, en la cárcel no suelen estar los más ejemplares. Todo lo contrario. Ese trago también hay que pasarlo.

En tercer lugar está la imagen. Cuando algún famoso es encarcelado y se queda a solas, lejos de los más allegados, las cámaras y los micrófonos, es muy difícil que se engañe: uno ha terminado en prisión y todo el mundo se ha enterado. Para quien vive en el poder y, por tanto, de la imagen, eso es un golpe durísimo. También porque marca su horizonte vital: adiós a la vida que había diseñado, de persona respetable, de confianza, fiable.

Creo que alguna de estas tres cosas (o todas a la vez) pasaron por la cabeza de Carmen Forcadell la semana pasada, justo antes de acudir a declarar ante el juez Pablo Llarena. Mucho han tenido que pesar sobre ella estas razones para terminar haciendo lo que hizo: desdecirse públicamente de la causa independentista.

Ella, tan brava y beligerante. Ella que había sido extremosa y contundente en su defensa de las ilegales actuaciones de la Generalitat. Ella que había dejado muy claro que llegaría hasta el final con todas las consecuencias porque la causa lo merecía.

Pues va a ser que no. Y lo entiendo muy bien.

Más en twitter: @javierfumero

 
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