Javier Fumero

Si me das tu libertad, te prometo seguridad, salud y orden

Periódicos con la publicidad de Sanidad por el coronavirus (Foto: Irene Dorta Hermoso).
Periódicos con la publicidad de Sanidad por el coronavirus (Foto: Irene Dorta Hermoso).

La pregunta de José Félix Tezanos sobre los bulos, la libertad de expresión y la conveniencia de una “fuente oficial”, incluida en el último CIS, ha sido ampliamente comentada estos días. El sociólogo se defendió después asegurando que se ha tratado de un MacGuffin, una distracción montada por aquellos que han querido desviar la atención de asuntos más relevantes.

Yo pienso más bien que son precisamente las explicaciones de este estilo las que intentan distraer la atención sobre la bomba que escondía este último barómetro. Algunos han visto las orejas a este lobo, claro que sí. Porque esa falaz dicotomía –“bulos” versus “libertad de expresión”- esconde una pérfida maniobra.

La pandemia brutal que estamos sufriendo ha vuelto a sacar a la luz el clásico debate sobre el papel del Estado. Y vamos a estar hablando de esto muchos meses, ya lo verán. Más Sanidad pública, más recaudación impositiva para I+D, más nacionalización de empresas estratégicas, más intervención del mercado para evitar a los especuladores…

Una parte importante de la ciudadanía va a intentar imponer una visión del Estado absolutamente paternalista. Papá Estado sólo quiere lo mejor para ti y es el que mejor te puede dar lo que necesitas: salud, seguridad, belleza, juventud, servicios... Y es capaz de dártelo por un módico precio: si sacrificas algunos derechos individuales.

En este modelo social se sustituye la religión por la ciencia y el orden. Ciencia y Salud se constituyen en los pilares básicos de estos países. El régimen garantiza una vida sana en donde el bien individual está supeditado siempre al bien común. Un sistema cuyo seductor lema podría formularse en los siguientes términos:  “solo queremos lo mejor para vosotros”. Eso lo justifica todo.

Efectivamente, esta propuesta explota muy bien esa neurótica ilusión de una seguridad completa, de la salud garantizada plenamente, de la buena forma física o la belleza como ideal supremo, incluso el anhelo de una eterna juventud. ¿Y cuál suele ser el elemento dinamizador de este ecosistema? El miedo.

Quien tiene miedo de forma habitual es manipulable. La aprensión es un instrumento que permite al Estado controlar a los ciudadanos. Y al mercado, vender sus productos. El temeroso es más propenso a ceder su libertad si alguien le asegura algunos de los valores señalados más arriba: seguridad, orden, salud, bienestar, belleza y hasta cierta sensación de inmortalidad.

Por eso vivimos tiempos especialmente delicados. En días como estos, en los que la población se siente vulnerable y frágil, algún gobernante sin muchos escrúpulos puede aprovechar para ganar terreno: vamos a vigilarte más, a intentar adelantarnos a los malos, a controlarte de forma más exhaustiva, a filtrar comentarios y opiniones. Es por tu bien.

Nos dirán que nadie debe preocuparse si es inocente, si no dice tonterías, si no difunde supercherías. Quizás no te dejemos opinar mucho, quizás te espiaremos un poco, quizás violemos un poco tu privacidad, pero es por tu bien, insisto.

 

Ya lo he dicho en alguna otra ocasión: a mí este discurso no me convence.

No es bueno para una sociedad la erosión de sus garantías constitucionales, que un político decida de qué se debe informar, que un policía decida quién es bueno o malo y actúe de forma preventiva. No es bueno para una sociedad que sus ciudadanos pierdan la libertad de expresión o la presunción de inocencia demasiado fácilmente. Tampoco es bueno para una sociedad que un gobierno dicte leyes en ‘caliente’, de forma impulsiva y actúe en secreto.

Cuidado con los atajos.

Más en twitter: @javierfumero

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