El caradura Iglesias

Pablo Iglesias, en la sesión constitutiva del Congreso en enero de 2016.
Pablo Iglesias, en la sesión constitutiva del Congreso en enero de 2016.

El líder de Podemos – por ahora es el líder – responde bastante bien al concepto de caradura que tenemos en la cabeza. Ya no sirven otros calificativos como el de populista, ególatra o radical izquierdista, ni siquiera el de tardomarxista.

En el diccionario se define al caradura de la siguiente manera: “Dícese de la persona que tiende a aprovecharse de los demás”. Además, el diccionario ofrece sinónimos: “jeta, sinvergüenza, aprovechado”.

Pablo Iglesias no es que “tienda” a aprovecharse, es que chupa la sangre sistemáticamente a quienes están a su lado, les utiliza hasta que ellos se dan cuenta o el propio Iglesias atisba que hay otras personas que le pueden aportar más a su enorme ‘ego’, a su carrera política o a su mera ambición. Usa y tira a las personas.

Pablo Iglesias se ha aprovechado del sufrimiento social y económico de los españoles, engañándoles con promesas utópicas – resquicio del marxismo – y agitando la demagogia con ocasión y sin ella. Bajo los efectos de una durísima crisis económica y laboral en España, olfateó que había llegado su oportunidad, sin parar en engaños, y vio con claridad que el altavoz actual son los medios de comunicación, no los mítines ni las hojas volanderas.

Creó sus plataformas mediáticas y se aprovechó de otras, que le brindaron éxitos ya pasados. Iglesias es, hoy, un líder decrépito. Tras sus reiterados ataques anti-sistema, a sus 40 años vive instalado en el sistema, hablando de un “gobierno de cooperación” con Sánchez, que cada uno interpreta a su manera, y deja perplejos a casi todos. Insiste en que quiere ser ministro.

Para Pablo Iglesias, todos son culpables en Podemos de los reveses electorales del 28-A y del 26-M, menos él.  Ha culpado a Pablo Echenique y lo ha defenestrado. Se siente traicionado por Íñigo Errejón. Los malos resultados son de los líderes autonómicos y locales.

Quiere aprovecharse de Pedro Sánchez, pero la verdad es que lo está haciendo como un caradura de tebeo. El colmo ha sido postularse como ministro de algún área social - como Hacienda -,  para traernos a este país la justicia y la equidad.

Todavía suenan las carcajadas en muchos corrillos y terrazas de este final de primavera: ¡el millonetis de Galapagar quiere ser ministro y ayudar a los necesitados! Su chalé de Galapagar ha sido un hito en su declive.

Vive como un marqués gracias a los votos de millones de españoles que se creyeron sus ideas y ahora le están abandonando, que más que ideas son insultos a quienes destacan por su esfuerzo y la creación de puestos de trabajo: esas personas son la antítesis de Pablo Iglesias, como es el caso de Amancio Ortega. Se está comportando como lo que es: un jeta que está muriendo matando, suplicando ansiosamente una poltrona ministerial.

 
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