El discurso del Rey

El rey Felipe pronuncia el discurso de Nochebuena de 2018.
El rey Felipe pronuncia el discurso de Nochebuena de 2018.

Podría cambiarse la fecha del discurso del Rey y -en vez del 24 de diciembre- emitirlo el 27 para que de esta forma las memeces que dicen los políticos al glosarlo, salieran a la luz el 28 y se confundieran con inocentadas y así, mataban dos pájaros de un tiro.

Una de las figuras más importantes en el Derecho Romano, es la de los postglosadores, eminentes juristas que, tras la escuela de Bolonia, allá por el siglo XIV, dedicaron sus afanes a desentrañar y glosar muchas de las instituciones de la jurisprudencia romana y, de la mano de Bártolo de Sassoferratto, crearon la escuela de los postglosadores.

Pues todos esos quedan en ridículo ante la capacidad de nuestros políticos para en cada Navidad, glosar, comentar y criticar el discurso del Rey. Es difícil hacer comentarios más vacíos, críticas más repetitivas y glosas más inútiles.

Podría cambiarse la fecha del discurso y, en vez del 24 de diciembre, emitirlo el 27, para que de esta forma las memeces que dicen los políticos salieran a la luz el 28 y se confundieran con inocentadas, con lo que así, mataban dos pájaros de un tiro.

Críticas perfectamente previsibles porque son siempre las mismas.

Desde que se abrió la veda para insultar, menospreciar e injuriar al Rey, todo vale y los que no constituyen habitualmente ningún dechado de oratoria ni de ideas, se permiten el lujo de “postglosar”, a las pocas horas, lo dicho por el Monarca.

Ciudadanos y el Partido Popular, respetuosos ellos, se felicitan por lo que entienden, siempre en clave electoralista, como una bronca para sus adversarios políticos y una aquiescencia real a sus postulados.

El Partido Socialista, ahora en “modo gobernanza”, reprime a duras penas sus ímpetus republicanos, hace de tripas corazón y hasta saca pecho atribuyendo a Don Felipe una perfecta sintonía con lo que piensa (¿) y hace el gobierno de Sánchez.

Los catalanes, con el PNV chupando rueda, con la matraca de todos los años, basan sus glosas en la, según ellos, obligación absoluta del Jefe del Estado, de dedicar sus palabras, única y exclusivamente, a Cataluña y a sus desgracias.

 

Podemos, en boca de Pablo Iglesias, hasta se permite interpretar los pensamientos de Felipe VI y afirmar que el Rey ha rectificado -no se sabe en qué ni por qué- rectificación que solamente Iglesias, en su vertiente profesoral, ha sido capaz de discernir acertadamente.

Pero hay que reconocer que en esto de las memeces postdiscurso real, el número uno, año tras año, es Echenique. Este año hasta concede al Rey, magnánimo él, un “buen olfato político”, pero afirma paladinamente que el Rey se equivoca, que no da una y que está ahí de casualidad cuando no por inseminación. Lástima que Echenique no sea monárquico porque entonces los españoles sí que íbamos a tener un discurso, como debe de ser, elaborado por tan señera figura política.

Ahora que todo son acontecimientos clásicos y que cualquier cosa que tenga dos telediarios de edad es una tradición, hay que reconocer que las memeces de nuestros políticos, glosando el discurso del Rey, son todo un clásico tradicional.

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