¿Es posible un gobierno de coalición PSOE-PP?

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Pedro Sánchez y Pablo Casado en La Moncloa.

España afronta este domingo sus segundas elecciones generales en un año, y las cuartas desde 2015, con un escenario más que incierto. La gobernabilidad del país parece todavía más difícil que en abril, con los bloques de izquierdas y derechas protagonizando un empate técnico que amenaza con mantener el bloqueo político.

PSOE y PP, y también importantes analistas políticos coinciden en señalar a los nuevos partidos como los causantes de esta situación. Y lo cierto es que, desde la irrupción de Podemos y Ciudadanos en las generales de 2015, España no ha tenido un gobierno estable.

De Rajoy a Sánchez: sin mayorías

Tras la victoria de Mariano Rajoy en diciembre de ese año, el presidente en funciones rechazó ante el rey ser candidato a la investidura. Fue Pedro Sánchez, segundo en esos comicios, el que dio un paso al frente, aunque solo logró cerrar un acuerdo con Ciudadanos que a la postre fue insuficiente: solo logró 130 votos a favor.

Apenas unos meses después, en junio de 2016, se reptieron las elecciones, en las que solo el PP subió. Un crecimiento que fue considerado suficiente para un Mariano Rajoy que, esta vez, sí se presentó a la investidura. El 29 de agoso se produjo la segunda votación, pero el candidato no obtuvo la confianza de la Cámara.

Finalmente, sin embargo, fue investido sobre la bocina dos meses después, a apenas 48 horas de que concluyera el plazo y se disolvieran de nuevo las Cortes, y con una abstención del PSOE que se fraguó tras la dimisión de Pedro Sánchez. Se ponía en marcha, de esta forma, una investidura con un Gobierno del PP que no tenía garantizada la mayoría en el Congreso.

Esa situación de debilidad se manifestó, de forma abrupta, apenas año y medio después. Pedro Sánchez, que había vuelto a la secretaría general del PSOE después de imponerse en las primarias a Susana Díaz, presentó una moción de censura en junio de 2018 contra Mariano Rajoy y, gracias a 180 votos a favor, se convirtió en nuevo presidente.

La solución no pasó por Cs y Podemos

El Gobierno de Sánchez se puso en marcha con un objetivo casi imposible: sacar adelante proyectos de ley con apenas 85 diputados del Grupo Socialista en el Congreso. Los decretos de Moncloa y el apoyo esporádico de Podemos y los nacionalistas permitió al Ejecutivo sobrevivir unos meses, pero todo se vino abajo en febrero, cuando no logró sacar adelante los Presupuestos.

Se convocaron entonces nuevas elecciones generales. Unos comicios diferentes a los de 2015 y 2016, porque había un nuevo partido nacional en el tablero: Vox. Los de Santiago Abascal provocaron una fuerte división en el voto de centro-derecha, lo que provocó una debacle del PP en las urnas y una victoria holgada del PSOE, con 123 escaños por los 66 de los populares.

El escenario postelectoral dejaba abierta la posibilidad de un gobierno estable de Sánchez respaldado por los 57 diputados de Ciudadanos. Con una mayoría absoluta de 180 diputados, ese Ejecutivo no hubiera dependido de nacionalistas ni separatistas y hubiera permitido una estabilidad política para cuatro años, pero ni Sánchez ni Rivera lo quisieron.

El presidente en funciones, después de escuchar el “con Rivera no” en Ferraz la noche electoral, prefirió esperar a que el líder de Ciudadanos claudicara, pero pasó justo lo contrario. Rivera decidió bautizar al PSOE y a sus apoyos como “la banda”, y descartó, desde el minuto uno, cualquier entendimiento con los socialistas.

La única solución posible pasaba por llegar a un acuerdo con Podemos y esperar después el apoyo del PNV y la abstención de PP y Ciudadanos, o de Esquerra.

No obstante, Pablo Iglesias rechazó en julio una vicepresidencia y tres ministerios y no apoyó la investidura de un Pedro Sánchez que, ya entonces, descartó ofrecer a la vuelta del verano un nuevo gobierno de coalición. La repetición electoral fue una realidad el pasado 18 de septiembre.

Un pacto PSOE-PP para el desbloqueo

La nueva cita con las urnas, sin embargo, solo ha servido para que los dos bloques ideológicos en los que está dividido el país -más allá de nacionalismo e independentismos- estén más empatados que nunca, lo que hace imposible cualquier tipo de mayoría.

Ante ese escenario, el PSOE lleva días alimentando la abstención del PP como solución al desbloqueo. Un movimiento que ya protagonizaron los socialistas en 2016 y que solo sirvió para tener gobierno durante dos años.

Con ese precedente aún muy reciente, la abstención de los populares sería, tal y como reconocen a ECD altos cargos del PSOE, “pan para hoy y hambre para mañana”, ya que Pedro Sánchez no tendría garantizados los apoyos necesarios para sacar adelante los grandes proyectos legislatuvos del Gobierno, incluidos los Presupuestos.

Ante ese panorama, dirigentes históricos de PSOE y PP empiezan a resucitar, en conversaciones privadas, la posibilidad de trabajar en una “gran coalición” en España entre los dos principales partidos. Y consideran que ahora se dan las condiciones para, al menos, llegar a un pacto de estabilidad entre las dos formaciones.

Una “coalición light”

Los defensores de esta tesis explican que, ante la situación del bloqueo político, la crisis en Cataluña y la amenaza de una nueva desaleceración económica, PSOE y PP tendrían que poder alcanzar “un acuerdo de mínimos” para sacar adelante una serie de proyectos legislativos, en los próximos dos años, que “blinden a España de estas amenazas”.

Entre esos proyectos, se destaca la aprobación de unos nuevos Presupuestos y medidas concretas contra el desafío independentista de Cataluña. Además, referentes del PSOE como Felipe González apuestan por un acuerdo de ambos partidos para reformar la ley electoral y evitar, de esa forma, que se vuelvan a producir situaciones de bloqueo político como en los últimos 4 años.

Se trataría, por tanto, de protagonizar una especie de “coalición light”, con un gobierno monocolor pero apoyado desde fuera por el otro gran partido, para sacar adelante unas reformas legislativas claves para el futuro de España e ir, de nuevo a urnas, en un plazo de dos años.

Unas elecciones, eso sí, con nuevas normas: “Con doble vuelta tipo Francia o con una modificación por el estilo, pero que impida que se vuelvan a dar situaciones como las de los últimos cuatro años”.

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