José Apezarena

Vox y el populismo político

Santiago Abascal con un sofá, tipo chester, en la sede de Vox.
Santiago Abascal con su nuevo sofá 'chester' en la sede de Vox.

Acabo de leer la reseña de un libro, recién publicado en Francia, titulado "Breve introducción al populismo", de Cas Mude y Cristóbal Rovira Kaltwaser.

Explican los autores que algunos asimilan populismo a fascismo, otros sostienen que surge por una crítica radical de la democracia representativa, y detallan que en los ámbitos del populismo se mueven las derechas extremas (sobre todo europeas), los radicales de todo signo, y el populismo sudamericano.

El populismo, que definen como una "ideología débil" en comparación con otras más tradicionales y elaboradas, como liberalismo, socialismo y comunismo, considera que la sociedad está dividida en dos campos perfectamente antagonistas: el "pueblo puro" y la "elite corrupta". Y pretende que la política solo puede ser la expresión de la voluntad del pueblo.

El pueblo es concebido como una comunidad simbólica e idealizada, un cuerpo político puro y homogéneo, construido con elementos culturales, étnicos o socioeconómicos.

La elite, por su parte, es un grupo absolutamente distinto del pueblo, al que domina y gobierna con opresión. Se organiza en oligarquía o casta tiránica, que se arroga el monopolio del poder político, pero también económico, cultural y mediático, en detrimento del pueblo.

El objetivo del populismo sería imponer la voluntad popular, hacer del pueblo soberano la fuente única de poder político.

En el populismo, la soberanía popular debe ejercerse sin trabas ni contrapoderes, desembarazada del carácter representativo de la democracia.

La pretensión de los populistas es hacer triunfar la voluntad general de esta "mayoría silenciosa", a partir del "buen sentido" del pueblo, privilegiando una relación directa y sin mediación, más "auténtica".

Otras ideologías también oponen pueblo y elites, pero en el populismo el antagonismo tiene un carácter diferente: la oposición pueblo-elite se expresa en términos profundamente maniqueos: el bien contra el mal. Sin medias tintas. En el socialismo, la oposición se basa en el concepto de clase, en el nacionalismo en el de nación, mientras que en el populismo tiene un carácter moral.

 

Para los populistas, la esencia del pueblo reside en su pureza, dicho en el sentido de que es auténtico, mientras que las elites son impuras por sí mismas, no por razones étnicas, raciales o de pertenencia a grupos socioeconómicos.

El libro ofrece, lógicamente, un análisis parcial, no definitivo. Pero, a la vista de tales presupuestos, ¿cabría decir que Vox es un partido populista?

Ciertamente, sus líderes utilizan tácticas y argumentos que podríamos calificar de "populares": efectistas, llamativos, y en ocasiones hasta tremendistas. Buscan banderas que tengan pegada popular, muchas veces en asuntos elementales. Pero me parece que difícilmente Vox entra en la categoría de populista. Al menos según las pautas del libro reseñado.

Cosa distinta es, en mi opinión, Podemos. Pero a lo mejor habrá que abordarlo en otro momento.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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