LA OTRA CARA DEL COVID-19

La futura doctora Blanco

Ana cursa 2º de bachillerato en el Colegio Nuestra Señora del Recuerdo, en Madrid. Ya había decidido estudiar Medicina, pero lo que está contemplando desde su confinamiento le ha hecho acrecentar su vocación. “Ver como los sanitarios se han involucrado de lleno para intentar salvar al máximo número de personas me ha servido para confirmar que el día de mañana yo también quiero tener esa entrega”

Ana Blanco tiene 18 años y es alumna de 2º de bachillerato del Colegio Nuestra Señora del Recuerdo (Madrid).
Ana Blanco tiene 18 años y es alumna de 2º de bachillerato del Colegio Nuestra Señora del Recuerdo (Madrid).

 Quizás mucha gente le haya preguntado: ¿De mayor quieres ser presentadora de telediarios? Da igual. Ana Blanco junior lo tiene claro: antes del coronavirus quería estudiar Medicina. Después de la pandemia quiere ser médica con toda la fuerza de su juventud.

18 años y un 2º de bachillerato on-line en las aulas confinadas de Nuestra Señora del Recuerdo. Madrid. Ciencias Biosanitarias, claro. Con ese come-come de toda una generación que no sabe qué pasará con sus exámenes finales, con su selectividad, con su futuro a más corto plazo del que planifica un calendario. “De momento estamos estudiando desde nuestra casa y contamos con el gran apoyo de nuestros profesores. Nunca me imaginé que mi último año de colegio podría ser así”.

Lo que sí imaginó Ana unas cuentas veces es a ella vestida de blanco frente al altar de la Medicina. “Alguna vez he soñado con situaciones en las que era médica y podía decirle a alguna familia que su hijo o su padre se había curado. Me suelo imaginar las cosas buenas de mi futura profesión, aunque también he pensando en las malas”.

“Alguna vez he soñado con situaciones en las que ya era médica y podía decirle a alguna familia que su hijo o su padre se había curado”

 

No tiene antecedentes sanitarios en su árbol genealógico cercano, pero ella quiere estudiar Medicina desde que estaba en 3º de ESO.

              ¿Por qué?

              -Siempre me ha llamado mucho todo lo relacionado con el estudio del cuerpo humano y cómo emplear esos conocimientos para ayudar a las personas. Pocas cosas deben dar más satisfacción personal que contribuir a salvar vidas con tu trabajo.

El caso es que estos días en los que hay batas verdes, batas blancas, batas azules, batas de bolsa de basura, mascarillas, guantes de nitrilo y primeros planos de zuecos de goma en televisiones, iPads y posts de Instagram, esa vocación firme ha madurado con todo su esplendor unos meses antes de que lleguen los Juegos del Hambre que una juventud comprometida vive cada año para acceder a las facultades de Medicina de nuestro país.

 

Da igual. Ahí está Ana estudiando estos días en casa. Y entre descarga de apuntes y clases virtuales, incluso ha estado leyendo “cómo es el virus, cómo se está desarrollando... Antes del confinamiento, en el colegio dedicamos algunas clases a hablar de todo esto desde un punto de vista más científico”.

En medio, también ella ha perdido a una familiar cercana entre las estadísticas de fallecidos por esta pandemia inhumana. Y ha visto el riesgo de una profesión sin profesión, con jornadas maratonianas, con bajas, con síntomas de agotamiento, pero se mantiene en sus trece: “Ver como los profesionales sanitarios se han involucrado de lleno para intentar salvar al máximo número de personas me ha hecho confirmar que el día de mañana yo también quiero tener esa entrega hacia los demás y buscar el bien común por encima de todo, como hacen ellos”.

¿Tienes alrededor amigas o familiares que te digan: no te líes, estudia otra cosa, no merece la pena gastarte tanto en la vida?

-Siempre he tenido mucho apoyo en mi entorno desde que dije que quería estudiar Medicina, pero tampoco me engañan: siempre me han dicho que va a ser un camino duro. Con el respaldo de la gente que me quiere y mis ganas, todo será más fácil.

De todo lo que ve, escucha y lee en estos días de pandemia, a Ana le han llamado la atención, sobre todo, las historias de médicos contagiados que se curan y están deseando volver al frente, a arrimar el hombro, a gastarse de nuevo. “No me acuerdo exactamente de qué médico se trataba, pero uno de ellos lo primero que dijo al curarse fue que estaba feliz, porque ya podía volver al trabajo para seguir curando a gente. Vi de una forma muy plástica qué significa la entrega: pensar primero en los enfermos antes que en uno mismo”.

Atrincherada en casa con sus padres y sus cuatro hermanos, mientras ve desde su ventana “dos parques que suelen estar repletos de niños jugando al baloncesto y montando en los columpios y ahora son una canasta vacía y unos columpios que no se mueven”, Ana piensa en que, además de superar con nota el confinamiento, acabar el curso con matrícula, conseguir una plaza en una facultad de Medicina y poner un pie en el mundo de sus sueños, todavía debe rebañar estos años de su juventud para asimilar algunas virtudes que ella misma considera necesarias para ser una buena médica, aunque no lo subrayen los libros.

A sus 18, si Ana tuviera que hacer un elenco de las tres materias claves en el currículo oculto de un médico, se aventuraría a exponerlas así: humildad, “porque creo que es necesario que cuando vamos al médico sintamos que estamos en una relación de tú a tú y que, a pesar de la ciencia adquirida y de su profesionalidad, transmita esa información de manera que la podamos entender y nos tranquilice”; empatía, fundamental ponerse en la piel del enfermo. “En muchas ocasiones un médico puede ser la única persona que vea a un paciente. Debemos que ser conscientes de ello y estar dispuestos a ser su hombro de apoyo durante la enfermedad. Los médicos no son solo médicos, son tus amigos durante la lucha contra la enfermedad”. Y, por último, humanismo. Acota Ana: “este concepto engloba todas las virtudes que nos podamos imaginar. Mucha gente piensa que los médicos no expresan sus sentimientos en el trabajo, y eso es mentira. Si hablas con ellos sabrás lo mucho que sufren cuando pierden a un paciente o cuando ven sufrir a las familias. Pienso que, además de la ciencia, lo que más puede ayudar a un enfermo y a sus parientes es ver que el médico que le trata como a una persona, que es mucho más que un paciente”.

“Nadie entra en Medicina si solo busca dinero o reconocimiento. Al ver a nuestros sanitarios en estos días y comprobar que luchan como campeones por salvar vidas, mi ideal profesional cobra alas”

 

Insisto. Mientras para muchos la Medicina puede plantearse como una pista americana de obstáculos, Ana Blanco escribe en negro: “A pesar de todo, sigo queriendo estudiar Medicina. Nadie entra en una carrera de este tipo si solo busca dinero o reconocimiento. La Medicina es totalmente vocacional. Al ver a nuestros profesionales sanitarios durante estos días y comprobar que luchan como campeones por salvar vidas, mi ideal profesional cobra alas”.

Nítido. Ana Blanco Anguera de Sojo será médica. Con su pijama verde y en quirófano, “porque me interesa mucho la Cirugía, aunque todavía no sé cuál”. O con su bata blanca de neuróloga o de oncóloga, dos áreas que tampoco descarta. Quién sabe.  Si supera los Juegos del Hambre del acceso de la Universidad, todavía tiene seis años para superar el vietnam de conquistar la especialidad de sus sueños. Pero que su nombre estará bordado en un bolsillo con bolis asomados al balcón lo sabe todo quisqui.

Ya que hablamos con una alumna del Recuerdo, una pregunta final hecha en voz alta a todos los jóvenes de su generación:

              ¿Qué quieres que se te quede siempre en el recuerdo de lo que vivimos estos días?

              -Me gustaría recordarlos como momentos en los que todos estuvimos especialmente unidos, por encima de las ideologías y los colores políticos. También me gustaría que todo esto haya servido para algo y que las personas que han perdido la vida por culpa del coronavirus no hayan muerto en vano. También espero que sigamos aplaudiendo a nuestros profesionales sanitarios a las 20.00 cuando esto vuelva a la normalidad. Nunca más debemos dar por hecho a los maravillosos sanitarios que tenemos siempre a nuestra disposición.

En la clase de Ana otros chicos y chicas han decidido también que quieren entregar su primera juventud a estudiar Medicina. Justos estos días hablan de ello: de si lo conseguirán, de dónde se ven ya cuando acaben la carrera, de qué pasaría si la selectividad les aparca de este camino de baldosas blancas y verdes… Pues sería una pena. Perder un talento así no se lo podrían permitir la Medicina de guerra de hoy, ni el sistema sanitario de cuando sea 2030, recordemos la primera década de la pandemia, y los pioneros de una generación de médicos y médicas hechos y derechos en el mediboom del coronavirus entren por la puerta grande de los hospitales y de los centros de salud queriendo ser como sus colegas que bregan hoy detrás del telón.

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