Javier Fumero

El Gobierno no se cae con la desescalada, el Gobierno se tira

Pedro Sánchez explica el plan de desescalada del coronavirus.
Pedro Sánchez explica el plan de desescalada de la población confinada por el coronavirus.

El plan presentado este martes por Pedro Sánchez para la desescalada del confinamiento en España es el fiel reflejo de lo caro que le van a salir a todos los ciudadanos los errores de este Ejecutivo. Vamos a pagar en este punto, concretamente, el precio de haber actuado tarde con los test de contagio, de no haber empezado antes con el estudio epidemiológico nacional.

Este mapa de seroprevalencia lleva un mes de retraso, ha comenzado teóricamente este lunes pero el Gobierno no ofrece información al respecto un día después. Nada. Pero sin este elemento no hay modo de saber el porcentaje real de la población que se ha visto afectada por el virus y qué grado de inmunización tenemos.

Necesitamos que 60.000 personas de toda España, que van a ser contactadas por los centros de salud, accedan estos días de forma voluntaria a pasar un primer test rápido de anticuerpos (con un pinchazo en un dedo) y una segunda prueba de anticuerpos del suero, que requerirá de una extracción de sangre con personal sanitario especializado.

Cuando se puedan analizar los datos de todo ese material se tendrá una foto completa y fiable de dónde estamos. Sin ese marco, insisto, ningún especialista que se precie está en condiciones de establecer las fechas para una desescalada prudente.

Que no nos cuenten milongas. Esta es la razón por la que Pedro Sánchez presentó este martes el pomposo pero vago “Plan para la Transición hacia una nueva normalidad”. No se hicieron los deberes a tiempo y ahora está disimulando, empleando tácticas de manual: “haz de la necesidad virtud”; “convierte el problema en una oportunidad”, “haz del limón limonada”.

Esta es la razón de que Moncloa haya vendido como un acierto que España opte por una vía diferente a la de otros socios europeos (Francia, Italia): nosotros no ponemos fechas precisas para la reapertura de comercios, playas o bares; nosotros sólo hablamos de fases.

Efectivamente, el plan de marras es un gran cuadro dividido por actividades –laboral, personal, culturales, deportivas, turísticas, de culto- y por fases, especificando qué cambios supone cada salto, pero no qué día exactamente se producirán estos cambios de fase. Falta un calendario. Se emplean “marcadores” para definir el paso de una a otra pero las decisiones “se tomarán de forma coordinada entre el Gobierno y las autonomías y se revisará cada dos semanas”.

Esta indefinición ¿es para evitar equivocarnos, como vende Sánchez? No, ¡es porque no podemos calcular nada! ¡Estamos a ciegas! Pero eso no se dice. Es más, la falta de fechas se vende como un logro, como una virtud.

Esta actitud me recuerda aquel viejo chiste del chulo madrileño que va en la plataforma central de un autobús articulado de línea en Madrid, fardando de equilibrio. “El titi no se cae”. “El titi no se cae”. No va agarrado a ninguna sujeción: sólo hace contrapeso con el cuerpo, sorteando efectivamente cualquier curva del itinerario sin caerse.

 

El pique con el conductor va en aumento porque el chico empieza a retarlo, con los gestos y las palabras: “El titi no se cae”, insiste desafiante. El autobusero cada vez fuerza más las cosas para intentar que el descarado muerda el polvo...

Finamente, frenazo en seco y brutal tras un feroz cambio de sentido y el titi sale disparado hacia adelante. Aterriza junto al conductor e impacta con fuerza contra el salpicadero. Un guantazo de campeonato.

El conductor no se puede contener y le suelta con una media sonrisa:

-- “Con que el titi no se cae, ¿no?”.

La respuesta del chulo no se hace esperar. Mientras se limpia la sangre que le sale por la nariz, proclama en voz alta:

-- “El titi no se cae. El titi se tira”.

Más en twitter: @javierfumero

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