Javier Fumero

De golfos y sobrecogedores con las Manos Sucias

La primera vez que oí hablar de los “sobrecogedores” fue a Jaime Campany. Corría el año 2004. Mediados del mes de junio. Había rueda de prensa en Moncloa. La protagonista del acto era la entonces portavoz del Gobierno: María Teresa Fernández de la Vega. A su lado comparecía la ministra Cristina Narbona. Qué tiempos.

Finalizaba ya la ronda de preguntas, había que terminar y la vicepresidenta intervino entonces muy decidida: “La última, la última. Por ahí”. En ese momento, discretamente, Narbona se inclinó sobre ella y, mientras señalaba a otra parte de la sala, le susurró: “Por allí nos miraban”.

Entonces, un micrófono indiscreto inmortalizó la memorable respuesta que quedó así registrada para la historia: “Sí, pero por allí son muy peligrosos”. Aquel día, De la Vega clasificó a los periodistas en dos grandes grupos: los de confianza y los muy peligrosos.

Jaime Campmany comentó esta escena en su columna del ABC y aludió entonces a ese grupo de profesionales venales, dispuestos a vender su alma con tal de trincar. Los llamaba “sobrecogedores” no porque provocaran ningún sobrecogimiento, sino porque cogían el sobre con toda naturalidad.

Campmany aportaba, además, alguna suculenta anécdota de cosecha propia y ajustaba cuentas con el periodismo deportivo que, decía, también había alumbrado en el pasado ilustres “sobrecogedores”:

-- “Recuerdo que cuando a mí me encargaron la crónica del fútbol del diario Arriba, que traía tradición de cronistas deportivos muy escribidos, me llamó el redactor jefe Vicente Cebrián. Te aviso que don Santiago Bernabéu es un cabrón que a los cronistas de fútbol los tiene en la nómina del Real Madrid con veinticinco mil pesetas al mes. No sufras –le respondí-, desecha toda preocupación en ese sentido. Jamás he cobrado y jamás cobraré por mis crónicas una sola peseta que no haya sido pagada por el periódico. Pero conste que el cabrón no es don Santiago Bernabéu. El cabrón eres tú, que no me tienes en la nómina del periódico con veinticinco mil pesetas, sino con dos mil novecientas quince”.

Todo esto me ha venido a la cabeza ahora que asistimos al sobrecogedor espectáculo –esta vez, sí- de la detención y encarcelamiento del presidente de Ausbanc, Luis Pineda, y del secretario general Manos Limpias, Miguel Bernad.

Se les atribuye la creación de una auténtica “organización criminal” dedicada supuestamente a la extorsión de entidades bancarias, instituciones y personas a cambio de no hablar mal de sus negocios o bien retirar de los juzgados querellas o demandas interpuestas contra ellas bajo la figura de la acusación particular.

Es espantoso.

 

Tanto como que, durante estos años, haya habido compañías e instituciones que aceptaran pagar religiosamente el chantaje para evitarse un dolor de cabeza. Ellos, con sus sobres, han alimentado a la bestia. También deberían hacérselo mirar.

Más en twitter: @javierfumero

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