Algunos grandes focos de atracción internacional al comienzo del año

Pero esta tarea afecta a todos, y especialmente a líderes políticos y económicos que tienen en sus manos el poder de hacer y deshacer la guerra.

Ante todo, quizá, el mundo espera que Donald Trump siente la cabeza, y vuelva a enlazar con el papel internacional cumplido por sus predecesores en la Casa Blanca, sobre todo, los más destacados del siglo XX. No excluyo que los analistas se equivoquen, como sucedió en vísperas de las elecciones que le llevaron al poder. Tal vez se repita, a sensu contrario, una experiencia semejante a la de Gorbachov, muy popular en occidente, pero fuertemente criticado en la ya decadente URSS.

Lo cierto es que preocupan decisiones recientes con excesiva trascendencia, como la negativa a incorporarse al concierto internacional en materia de cambio climático, o la rectificación de los que considera horribles acuerdos comerciales de EEUU. De momento, son más las palabras que los hechos: sólo se ha retirado de la Trans Pacific Partnership; no del tratado de libre comercio de América del Norte (quiere introducir modificaciones, rechazadas por Canadá y México), ni de la Organización Mundial del Comercio. Y la lucha contra algunas prácticas de China no acaba de perfilarse con precisión, quizá también porque necesita de Pekín para contener al dictador de Corea del Norte. Algunos observadores consideran perdida de antemano la batalla para reducir el déficit comercial de EEUU, porque los ciudadanos consumen más de lo que ahorran.

Entretanto, Xi Ping se ha consolidado como una especie de nuevo guía, casi al nivel de Mao, dentro de China. Su objetivo es convertirla en neta potencia hegemónica regional, hasta conseguir que el gran mar de la China sea algo así como un lago interior... De ahí también la rígida política en Hong Kong, en contra de las promesas realizadas con motivo de la retrocesión. Está por ver si la tozudez de Pekín será capaz de doblegar al deseo democrático de la mayor parte de los habitantes de la antigua colonia británica. En todo caso, esa misma paciencia será necesaria para la disuasión nuclear de Corea del Norte: Ronald Reagan triunfó respecto de la URSS, pero no parece que Donald Trump vaya a superar la jactancia actual de Kim Jong-un sin la ayuda de China, que tampoco responde con nitidez, como se ha comprobado respecto de los suministros de hidrocarburos en contra del embargo previsto.

Ante la postura de Irán en materia nuclear triunfaron las tesis de las democracias del grupo de los seis, al menos temporalmente: porque no cesa la batalla para conseguir otra hegemonía regional. La crítica de Trump a los acuerdos alcanzados, junto con su apoyo sin fisuras a Arabia Saudí, intenta inclinar la balanza hacia esta última, mientras Rusia y Turquía –su deriva totalitaria es un nuevo riesgo para la paz mundial- pugnan por sus intereses sectoriales. No se puede excluir cierta influencia de la CIA en la actual agitación en Teherán, dentro lógicamente de viejas aspiraciones democráticas del pueblo. Porque la influencia de Irán ha crecido en la región, desde Siria hasta Yemen o Catar (que, paradójicamente, alberga la base área más grande EEUU en la región). En cualquier caso, favorece a todos el declive del llamado Estado Islámico, que ha perdido gran parte de su territorio, aunque pervive una constelación de aliados en muchos países del mundo, también occidentales, que aviva el temor al terrorismo. Su influencia, aun difusa, reaparece en inestabilidades de Oriente, hasta Filipinas.

Parte del éxito contra el EI corresponde a Rusia, donde se consagra el zarismo de Vladimir Putin, que ha contenido los movimientos de la oposición interior y ha fortalecido un protagonismo internacional que recuerda casi los tiempos de la URSS. Y no será anecdótica la utilización por parte de Moscú de los próximos campeonatos mundiales de fútbol, para asegurar su posición en el planeta...

Se han difuminado, en cambio, los liderazgos en el resto de América. Este año proseguirá la casi inexistente transición en Cuba, con la retirada de Raúl Castro. Va adelante la paz en Colombia, y salvo en Bolivia y Venezuela, se consolida la alternancia democrática. El propio Brasil parece haber superado las últimas crisis institucionales. Sólo queda esperar que la creciente insatisfacción popular en Venezuela  cada vez distingue menos entre clases sociales, porque el hambre y la falta de medicinas alcanza a todos , lleve a alguna fracción de la cúpula militar a forzar la salida de Nicolás Maduro.

No detallo la situación de África, donde no cesan las contiendas armadas, muchos países sufren la sequía, y casi todos, la corrupción: son los grandes obstáculos al desarrollo de los pueblos, que seguirán buscando oportunidades en el norte, aun a riesgo de perder vidas en los desiertos y en los mares.

Finalmente, algunos países europeos sufren el embate de movimientos nacionalistas y xenófobos, que se proyectan sobre el funcionamiento real de viejas democracias (incluidas las recuperadas en los países situados antes tras el telón de acero). Los partidos centristas han perdido peso, frente a los extremismos. El declive es más acusado en la socialdemocracia. Pero los resultados electorales en Gran Bretaña, Austria, Francia o Alemania tampoco han sido favorables al centro derecha. Existe riesgo de una inestabilidad de gobierno, que afectará quizá también a Italia tras las elecciones de marzo. Y no se excluye la intervención negativa de hackers rusos y chinos en comicios recientes, incluidos los de Cataluña. Pero no veo motivos para temer por la supremacía democrática de los países europeos, que superarán la crisis política, como están saliendo adelante de la crisis económica.

 
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