La guinda democrática

La letra para el Himno Nacional. Cuando la tengamos sí que podremos afirmar sin temor a error que la transición política ha acabado.

Tras los logros “del progreso”, en relación con el techo competitivo de las autonomías, la presencia de etarras en las instituciones, la kale borroka, la Ley de Partidos y las subvenciones a los sindicatos, la guerra de las banderas, las idílicas relaciones con los Estados Unidos, la política de inmigración, el “matrimonio” entre personas del mismo sexo, la adopción de niños por parejas homosexuales, el divorcio exprés, y los “éxitos” de Luis Aragonés con la selección, ya sólo nos queda que el Himno tenga letra.

Ese sería el gran logro que remataría el edificio de nuestra democracia. Y ahora es el momento. Ahora que todos estamos en plena euforia tras las elecciones autonómicas y municipales, ahora que ya hemos ejercido como ciudadanos libres nuestro derecho al voto con plena normalidad democrática -incluso en los más pequeños pueblecitos del País Vasco-, ahora que los políticos comienzan a pactar con nuestros votos -tal y como nos anunciaron de forma absolutamente transparente en la campaña electoral-, ha llegado el momento de rematar lo que dejaron a medias los Comuneros, los Junteros y los Diputados de Cádiz y coronar el edificio constitucional con la letra para el Himno Nacional.

Dice el Presidente del Comité Olímpico Español que se lo han pedido los deportistas de élite. Esos que se suben al podio con harta frecuencia y que se envuelven en la bandera mientras se empapan de cava o de champán. Son esos jóvenes a los que nadie ha enseñado a ponerse firmes cuando suena el Himno Nacional, pero que en cuanto tengan algo que cantar lo harán maravillosamente.

Posiblemente, habrán hecho la urgente petición entre negociaciones de primas de “ados” de prebendas y de concentraciones de lujo, pero han sentido la necesidad patriótica y hay que acudir a cumplir con el deber patrio de poner letra al Himno.

Está de por medio la SGAE y eso mosquea, pero no importa. Se sacará un concurso como el del “español de la historia” y ya hay alguien que ha dicho que la letra la pueden escribir Bisbal, o Sabina, o la Oreja de Van Gogh o alguno de los “monologuistas” de la televisión.

El problema va a ser poner de acuerdo a todas las “sensibilidades del Estado español”, que no son pocas.

Y todo ahora que no tenemos a Raúl en la Selección Española de Fútbol abrazado a sus compañeros y mirando al cielo, que sólo le falta al lado la cabra de la Legión.

 
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