José Apezarena

Por qué Pedro Sánchez se ha escondido

Minuto de silencio de Pedro Sánchez ante el Palacio de la Moncloa.
Minuto de silencio de Pedro Sánchez ante el Palacio de la Moncloa.

Ya se sabe que, cuando uno da la cara, existe el riesgo de que se la partan.

Es lo que ha pretendido ahorrarse el presidente del Gobierno con su ausencia en la misa celebrada este lunes, en la catedral de La Almudena, por las víctimas del coronavirus, a iniciativa de la Conferencia Episcopal, y que han presidido los reyes, acompañados de sus hijas.

En su día, Felipe VI decidió viajar a Barcelona para formar parte de la marcha que se convocó tras los atentados islamistas de Las Ramblas. Era la primera vez que un rey participaba en una manifestación. El lema de la convocatoria era: “No tengo miedo”. El rey sabía el ambiente que se respiraba, pero decidió acudir. Y allí tuvo que escuchar gritos e insultos lanzados por independentistas mientras caminaba en primera línea.

Por no recordar alguna final de Copa en la que las dos aficiones, catalanes del Barça y seguidores del Athletic de Bilbao, protagonizaron al unísono una sonora pitada cuando el rey llegó al palco. Se sugirió que a lo mejor no se presentaba, pero, evidentemente, no escurrió el bulto.

José María Aznar estuvo presente en el funeral oficiado por los fallecidos en el accidente de Yak 42 y recibió el rechazo en voz alta, y las acusaciones y descalificaciones, de algunos de los familiares. Fue una situación muy dura. Podía haberse buscado una excusa para no comparecer, pero dio la cara

Ocurre que, para los personajes públicos, recibir pitidos, insultos y abucheos no suele ser una situación demasiado excepcional. Casi todos lo han sufrido, por uno u otro motivo, y no pasa nada. Va en el sueldo.

Pero, por lo visto, no en el caso de Pedro Sánchez. Una persona especialmente sensible, que no soporta fácilmente los signos de rechazo. Ya se ha comprobado en otras ocasiones.

¿Por qué no ha ido al funeral? Pues, tal como se cuenta en ECD, su gente de la Moncloa le aconsejó no estar en La Almudena por el riesgo de recibir imprecaciones e insultos por parte de familiares de los fallecidos en la pandemia. Que no se sabe si se habrían producido, pero más vale prevenir, pensaron los asesores del presidente. Hay que ahorrarle malos tragos, aunque eso signifique incumplir las obligaciones del cargo.

Así que Sánchez se ha escudado en una excusa: un viaje a Portugal que podía haber celebrado en cualquier otro momento. Y se ha parapetado en un suplente, enviando en su lugar a la vicepresidenta Carmen Calvo.

 

No pocas veces, el cumplimiento del deber exige pasar malos ratos. Y afrontarlos suele requerir gallardía, un poco de valentía y algo de sentido de responsabilidad. Pero, cuando no existen, pasa lo que pasa.

En esa línea de esconderse, tampoco se personaron en el funeral protagonistas tan significados como el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, y el ministro de Sanidad, Salvador Illa. ¡Valientes!

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