La importante misión democrática de los tribunales constitucionales en Europa

He leído una entrevista en Le Monde, edición del día 22, a los presidentes de dos TC de países tan destacados en Europa como Alemania y Francia, Andreas Voßkuhle y Laurent Fabius. Deseo dar a conocer algunas de sus respuestas, pues me parecen de máximo interés en tiempos inciertos. Aportan ideas lúcidas también para España, aunque capitisdisminuida por la desesperante lentitud de jueces que, por ejemplo, tardan seis años en decidir sobre la prohibición de corridas de toros en Cataluña. Contrasta con la rapidez de esos tribunales tan cercanos. Pero tampoco podemos olvidar la situación estadounidense, tras la muerte repentina de Antonin Scalia, el pasado13 de febrero: la pragmática política de Washington ha sido incapaz de sustituirlo en un tiempo razonable, a la espera del nuevo inquilino de la Casa Blanca.

Un dato esencial, reiterado por ambos presidentes de esos organismos institucionales, es la no identificación entre democracia y soberanía popular. Al menos, desde los juicios de Núremberg, hace ahora setenta años, quedó claro que la mayoría derivada de las urnas no es omnipotente. Menos aún inapelable, como dan a entender hoy algunos líderes, sobre todo, nacionalistas y populistas, que acaban arrumbando libertades que no ha sido fácil conquistar. Basta pensar en espectáculos actuales en Venezuela o en Turquía, menos criticados quizá en Occidente que las reformas polacas o húngaras.

En todo caso, como resume el diario de París al titular la entrevista, "el estado de derecho sigue siendo el fundamento de la Unión Europea". Y, en concreto, la justicia constitucional debe estar cada día más alerta en un contexto de amenaza contra los derechos y las libertades fundamentales. Al gran riesgo del terrorismo se corresponde en paralelo el peligro de adoptar medidas contrarias a la gran tradición europea en favor de la dignidad de la persona. Se trata de hacerlo compatible con el esfuerzo por dotar de eficacia al cada más ajustado espacio judicial y policial europeo.

El fortalecimiento de la Unión exige un debilitamiento de la soberanía nacional, no exento de reticencias, como acaba de comprobarse con el Brexit. Pero no es menos cierto que, en las sentencias de los Constitucionales se invocan desde su origen decisiones del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. No son, en sentido estricto, Tribunales Supremos estatales, pero sus decisiones tienen eficacia más allá de los casos concretos. Y a nadie, con cultura medianamente democrática, se le ocurre pensar que no lo son las resoluciones que echan abajo leyes aprobadas por los representantes del pueblo en los respectivos parlamentos.

Forma parte de la realidad moderna de una soberanía compartida, no absoluta ni absolutizada. Se une a los organismos de cada país que regulan con independencia –no siempre aceptada de buen grado por los gobernantes de turno- actividades de entidad, como el sistema financiero, las grandes cuestiones de la competencia o la propia organización de un poder judicial independiente.

Para Andreas Voßkuhle, “haber alumbrado una comunidad jurídica en Europa es un gran logro de civilización. Ahora podemos articular adecuadamente los diferentes niveles del derecho, el europeo y el nacional. Debemos continuar fortaleciendo a la vez tanto el fundamento, que es el estado de derecho, y la cooperación de las jurisdicciones europeas. Sólo así Europa tendrá futuro”.

Ante los problemas actuales planteados en Polonia o Hungría, Fabius insiste en una filosofía de fondo de la Unión, que implica affectio societatis, expresión clásica de honda raigambre jurídica. Si se debilita la affectio o la societas, un elemento central desaparece. Por lo tanto, no es suficiente considerar la situación en términos de sanciones, sino que es preciso recordar, a cada país, el fundamento de su elección de integrarse en la Unión. Ésta proporciona a sus miembros muchas ventajas, pero comporta también reglas que deben ser respetadas en su letra y en su espíritu.

Andreas Voßkuhle responde en concreto a quienes piensan que los tribunales constitucionales no serían democráticos porque pueden derogar leyes aprobadas por la mayoría parlamentaria: “en la historia, la idea de la democracia está íntimamente ligada a la de jurisdicción constitucional. En un Estado donde no se controlan las reglas del juego político, se ahoga la propia democracia, como muestra la experiencia. Los tribunales constitucionales son cruciales para que la democracia pueda respirar”.

En Alemania y en Francia, el TC ha exigido reformar normas sobre terrorismo. Fabius considera que la constitución “no es un obstáculo para una acción eficaz; más bien es un freno para una acción que podría ser peligrosa. Ciertamente, podemos revisar la Constitución –se ha hecho ya veinticuatro vez en Francia-, pero existen reglas para esa revisión, que no puede estar ligada a modas o sondeos de opinión”. La estabilidad es compatible con la flexibilidad. Sin olvidar que, como expresaba Victor Hugo y cita Fabius: "A menudo la muchedumbre traiciona al pueblo".

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato