Un lema vivo en torno a la Cruz (I)

Valle de los Caídos.
Valle de los Caídos.

En días pasados se ha suscitado no pequeña controversia en torno a una cruz. Sí, escribo una, con artículo indefinido, para significar que no es la Cruz, sino una más, símbolo de ésta, que escribiré con mayúscula para referirme, como creyente, a la del Calvario de Jerusalén, donde Cristo murió. En el mundo hay muchas cruces, muchísimas, millones, tal vez... Pero el atento lector de este artículo, quizá piense ya en la del Valle de los Caídos; en cuanto símbolo de la Cruz primigenia, no hablaremos ya de una cruz más, sino de la Santa Cruz pues tal es el nombre de la Basílica benedictina allí construida. Decir la Santa Cruz son ya “palabras mayores” pues, para un creyente, la Cruz -no ésta o aquella, sino su referente: la de Cristo- es siempre símbolo del amor de Dios por toda la humanidad. Y de esta Cruz -no ajena, en última instancia al debate suscitado- quisiera hablar aquí.

         Por eso, entiendo que la mencionada controversia debería ir mucho más allá, de los tintes políticos e ideológicos que envuelven a esa cruz situada en el Valle de Cuelgamuros, de la sierra de Guadarrama. Considero que habría que despojar el debate de todo ropaje político-ideológico que, por su propia naturaleza, le es extraño a la Cruz. Así, podría suscitarse en mentes serenas -tanto de creyentes, como de agnósticos o no creyentes- una apertura de comprensión y de sana tolerancia hacia este símbolo universal. Desearía contribuir a ello con las breves reflexiones que siguen: me han venido a la mente, como enseñanzas de los 21 siglos de historia que gravitan en torno a la Cruz.

         La primera se refiere a un lema nacido en el siglo XI, casi en el ecuador de la era cristiana, del que toma pie el título de este artículo: se trata del lema de los cartujos que en su dicción latina suena así: “Stat Crux dum volvitur orbis”; y en castellano “mientras el mundo da vueltas, la Cruz permanece firme”. Con mirada retrospectiva, hacia la Cruz del Calvario, el lema hace honor a la verdad histórica, desde que un gobernador romano condenara a Cristo al suplicio de cruz. Y desde entonces, la Cruz, que para los cristianos era ya motivo de gloria, suscitaría en el mundo pagano no pocos ataques y un extraño afán de hacerla desaparecer. Tres botones de muestra, bien conocidos por quienes hayan ojeado un libro de historia universal, recordarán la permanencia de la Cruz en medio de un mundo revuelto..        

         En el siglo II, años después de la caída de Jerusalén, y sobre el lugar que ésta ocupaba, el emperador Adriano construyó la ciudad Aelia Capitolina, sepultando así las construcciones judías y, obviamente, el madero de la Cruz. En el siglo IV, por especial empeño de Helena, madre del emperador Constantino, la Cruz saldría de nuevo a la luz, en la misma zona del Calvario, donde quedó sepultada. Pero el mundo seguiría dando vueltas, como reza el lema de los cartujos; y tres siglos más tarde, en el año 614, el rey persa Cosroes II tomó Jerusalén, haciéndose con la Vera (verdadera) Cruz, que pondría bajo los pies de su trono. Pocos años duró esta situación y en el 628, tras la derrota de Cosroes por el emperador Heraclio, la Cruz volvió a Jerusalén. Al fin, para evitar nuevos robos la reliquia de la Cruz fue partida en varios pedazos: uno permaneció en Jerusalén; Roma y Constantinopla recibieron también una parte. Del cuarto fragmento se hicieron pequeñísimas astillas que, con el correr del tiempo, se repartirían por diversas iglesias, a lo largo del mundo.

         Al son del lema cartusiano –“el mundo da vueltas”- la historia de los hombres y sus imperios hasta el siglo XI pasó por muy diversas vicisitudes. Los hombres y sus avatares históricos no dejaron de girar y girar; y la Cruz en medio de ese mundo, continuó viva, porque no se trataba de un objeto más, sino del símbolo que para los creyentes sintetiza la prueba más grande del amor de Dios por los hombres. Y para  los no creyentes, motivo de respeto hacia otras sensibilidades religiosas  La historia es testigo de la veracidad del lema de los discípulos de San Bruno, hasta finales del siglo XI, cuando se fundan los cartujos.

          ¿Y qué ha sucedido, con la Cruz, en los siguientes diez siglos de historia hasta nuestros días? Digamos que el lema no sólo se reveló verdadero como hemos visto con mirada retrospectiva, sino que, mirando al futuro, también se ha mostrado profético, porque lo cierto es que, también desde entonces, la Cruz ha permanecido en pie, a pesar de los vientos contrarios que, de un modo u otro no han dejado de soplar en la historia: y lo mismo ahora, en nuestros días, en medio de la pandemia, cuando algunos desean que la Santa Cruz del Valle de los Caídos desaparezca del mapa. Me ocuparé en el próximo artículo de algunos avatares históricos que afectan a la Cruz, en los siglos XVIII y XX, aunque sólo sean breves pinceladas. Y no dejaré de ofrecer algunas razones, para el momento actual, con miras a un debate sereno y razonable.

 

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