Javier Fumero

Los admiradores de Franco

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Francisco Franco

Corría el año 2012 cuando el ex presidente cubano Fidel Castro abandonó el mutismo en el que llevaba sumido desde que diera un paso atrás al frente del país. Lo hizo para hablar de España a través de una columna publicada en el diario Granma.

En aquel escrito, además de arremeter contra Estados Unidos, criticó la reacción que hubo desde el Gobierno español a la muerte del disidente Wilman Villar tras 50 días de huelga de hambre. Según el ex presidente, se trataba de un delincuente común.

Fidel declaró que quienes entonces gobernaban España eran “los admiradores de Franco”. El entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, formaba parte –dijo- de la "derecha fascista" junto a José María Aznar, un simple “servidor” del gobierno norteamericano.

Este fue el modo del que se sirvió Castro para revolverse contra nuestro gobierno: resucitar a Franco para atizar.

Aquello me recuerda bastante a la campaña emprendida por el Gobierno Sánchez para defender la exhumación de Franco del Valle de los Caídos.

El PSOE ha provocado la disolución de las Cortes con su negociación fallida con Podemos. Habrá nueva cita con las urnas. Pero el riesgo de la abstención, por el hastío de los ciudadanos, se cierne sobre el 10-N. Es decir, la izquierda necesita ‘aceleradores’, golpes de efecto, que movilicen a su electorado que se declara desencantado.

A falta de argumentos, de proyectos, de medidas ilusionantes, tenemos a Franco. El dictador y sus huesos tienen la misión de actuar como el Loctite: unir a la masa, enardecerla y lanzarla contra el enemigo común, la derechona fascista y recalcitrante. Muy Fidel Castro todo.

Para muchos españoles esto empieza a ser bastante cansino. No solo es que nos pilla un poco lejos esta cruzada, es que tira por tierra el enorme trabajo terapéutico que algunos impulsaron. España –los dos bandos: la derecha y la izquierda, los de arriba y los de abajo- hizo tiempo atrás un gran esfuerzo por cerrar heridas, olvidar venganzas y mirar al futuro.

Aquello costó un enorme sacrificio, según relatan quienes lo vivieron. Supuso un alarde de generosidad colectiva por parte de todos. Fue un ejemplo para muchos países, realmente impresionados por tal amplitud de miras.

 

Mi impresión es que todo eso se tira por la borda cada vez que se remueven los restos de Franco por simple cálculo electoral y político.

Dicho lo cual, no estoy en contra de que se saquen los restos de Franco del Valle de los Caídos. Yo no soy un admirador.

Más en twitter: @javierfumero

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