Madrid Central y la movilidad (y II): Los nuevos cautivos

Soluciones muy concretas para el momento presente, no para el futuro.

Madrid Central es tan solo una prueba más de la animadversión hacia el automóvil por parte del consistorio madrileño, que pretende imponer un nuevo modelo de ciudad.

A la hora de tomar decisiones que si importan y, sobre todo, interfieran en la vida de los ciudadanos, el ayuntamiento de Madrid opta por la política de hechos consumados, mientras que para temas de menor calado si  propone al ciudadano su colaboración.

El consistorio madrileño pretende imponer un nuevo modelo de ciudad, en el que Madrid Central constituye la punta del iceberg.

El Ayuntamiento de Madrid envió en su día una carta a los ciudadanos para hacerles partícipes de la remodelación de la Plaza de España. Iniciativa muy loable que sin embargo, recuerdo, no captó mucho interés.

Posiblemente un tema ornamental, sin quitarle por ello importancia, no animó a muchos a participar, a aportar su granito de arena en la mencionada remodelación.  

Ahora bien, ni el consistorio ni la correspondiente junta municipal de distrito preguntaron a los residentes de Carabanchel Bajo su opinión o conveniencia acerca del carril bici de la Avenida de Oporto.

Un carril bici por el que no transita ninguna bicicleta transcurrido ya más de 1 año desde su inauguración, pero que ha complicado (colapsado) notablemente la circulación al anular 2 de los 4 carriles con los que contaba dicha avenida.

Esto es solo la punta del iceberg desde el punto de vista del tráfico rodado, porque el descontento de los comerciantes y habitantes de la zona es manifiesto.

Un ejemplo más del buen hacer del Ayuntamiento de Madrid en materia de movilidad. Colapso total del tráfico en la madrileña Avenida de Oporto, en la confluencia con Plaza de Fernández Ladreda, mientras el carril bici va totalmente vacío.

Este descontento de los comerciantes de un barrio periférico de Madrid, posiblemente sea un denominador común con los comerciantes del centro de la capital.

Digo yo que la ordenación o la reordenación del tráfico tendrá algo que ver en todo esto, no que sea el eje principal. De acuerdo que anteriormente otras administraciones municipales estudiaron, por ejemplo, cerrar al tráfico el Paseo del Prado. No hay nada nuevo.

Pero hablando de movilidad convendría dar soluciones de facto antes de emprender proyectos de gran calado. Soluciones muy concretas para el momento presente, no para el futuro, antes de prohibir o restringir la circulación de vehículos particulares en estratégicos trazados.

Precisamente lo que ha hecho ahora el ayuntamiento madrileño con el estrangulamiento al tráfico rodado que ha supuesto la remodelación de la Gran Vía.

 

Aunque habría que matizar. Si se prohíbe circular a los vehículos particulares (menos a los portadores de las etiquetas Eco y Cero), a pesar de la reducción del número de carriles, difícilmente se colapsará el tráfico.

Qué brillante idea, sin circulación ni hay atascos ni se colapsa el tráfico. Claro, Gran Vía está dentro de Madrid Central.

Imagen de la madrileña Gran Vía. A pesar de la reducción del número de carriles para automóviles y del ensanchamiento de las aceras, difícilmente se producirán atascos al prohibirse la circulación a los vehículos particulares.

La bicicleta como alternativa de movilidad

Por mucho que se empeñen en otras formas de movilidad como bicicletas o patinetes, mayoritariamente, hay que tener en cuenta que el caso de Madrid no es extrapolable al de otras ciudades europeas como pueda ser la paradigmática Ámsterdam.

Madrid no es plana, cuenta con muchas cuestas. Tampoco el clima es el mismo. Ir al trabajo en época estival conlleva sudada asegurada.

Y, hagamos un ejercicio de sinceridad, por mucho que se auspicie desde el ayuntamiento el uso de la bicicleta como medio de transporte para trasladarse de un punto a otro de la ciudad, ya sea para trabajar, ir de compras o de ocio, al final no dejará de ser una alternativa minoritaria por mucho que se de institucional matraca.

En esta misma línea de sinceridad, tratar de vender la bicicleta como medio de transporte urbano  habitual y masivo requiere de una mentalización previa que hoy por hoy no existe. Una buena prueba es el infrautilizado carril bici de la mencionada anteriormente Avenida de Oporto.

Mientras el carril bici está totalmente vacío, este usuario de bicicleta circula por uno de los carriles para automóviles. No estaría de más que el ayuntamiento hiciera una campaña de concienciación a este respecto.


​También conviene distinguir, matizar el uso que se le de a la bicicleta. Porque no es lo mismo coger la bici para ir al trabajo que para hacer deporte.

A la hora de hacer deporte, el ciclista se equipa adecuadamente y  no le importará que su atuendo termine completamente sudado.

El ciclismo es un deporte en auge que hay que potenciar todavía más, si cabe; íntimamente ligado con el ocio, y por ello se ven cada día más bicicletas en Madrid.

Muchos aficionados invierten parte de su tiempo libre en dar pedales. Pero aún teniendo en cuenta este razonamiento, quizá más  de uno se empecine en ver a un grupo de trabajadores que va a la oficina al paso del pelotón de la Vuelta a España por el madrileño Paseo de Recoletos.

La cadencia del transporte público en horas punta suspende

Al final, por muchas vueltas que se quiera dar al asunto, cuando se imponen serias restricciones a la circulación de automóviles privados en amplias zonas urbanas, quienes lo auspician tienen si o si que potenciar el transporte público.

Con toda probabilidad una gran parte  de esos ciudadanos que se ven obligados a dejar el coche en casa, a pesar de la intimidad o comodidad que les proporcionaba su propio vehículo, no echarán mano en sus desplazamientos diarios para acudir a trabajar del taxi o del VTC.

Utilizarán el metro, el autobús o el cercanías de  Renfe. En este punto se abre otro debate, no ya el de la calidad del servicio, sino más bien el de la cadencia de metros y autobuses en horas punta.

Antes de prohibir la circulación a los vehículos privados en una amplia zona de la capital, el Ayuntamiento tendría que haber consensuado con la Comunidad potenciar el metro en horas punta.

El metro de Madrid es muy bueno en líneas generales, pero en horas punta se transforma en un auténtico calvario diario para los usuarios. Se viaja como sardinas en lata.

Pues bien esta es otra asignatura pendiente para quienes obligan a dejar el coche aparcado en casa. Pero claro, en este caso concreto del metro dirán que las competencias recaen en la Comunidad de Madrid.

Dichosas competencias. Ya se sabe lo que pasa cuando Ayuntamiento y Comunidad de Madrid no son del mismo polo. Pues eso, que saltan chispas.

Ni si quiera se ponen de acuerdo en lo de las campañas  encaminadas a erradicar las conductas incívicas en el trasporte colectivo. La mayor parte de la gente, de los usuarios, suelen ser respetuosos.

Sin embargo hay una minoría muy mayoritaria que se deja notar mucho, molestando a una respetuosa y auténtica mayoría. Hablan a voces, llevan sus dispositivos móviles con la música a todo volumen o incomodan a sus compañeros de viaje con otro tipo de conductas muy poco cívicas. Hay qué ver lo que incomodan las mochilas a la espalda. 

Con las piernas siempre en línea, no en V

A nivel institucional se hizo un llamamiento para tratar de erradicar una mala costumbre, muy extendida entre algunos usuarios del trasporte colectivo, el de las personas que tienden a “despatarrarse” en su propio asiento invadiendo el espacio de los asientos colindantes.

No hay que ser muy observador, pero sobre todo hay que cumplir con la condición sine qua non de ser usuario habitual del transporte público, metro o autobús, para percibir que mucha gente ocupa su asiento con las piernas más o menos abiertas, invadiendo el espacio de los ocupantes que viajan a su lado.

También es cierto que esta postura, que han dado en llamar sentarse “despatarrado” (a mí, particularmente y por deformación profesional me gusta decir con las piernas en “V” por su similitud con la disposición de las filas de cilindros en algunos motores), quizá sea natural a la hora de sentarse una persona.

Pero esa misma persona, con la misma naturalidad y por respecto y civismo, debe recoger sus piernas en el momento que otros viajeros hagan intención de ocupar cualquiera de los asientos que quedan a su lado.

Una gran mayoría procede así, otros desgraciadamente no. No se les mete en la cabeza que el más elemental civismo invita a poner las piernas alineadas (en línea, siguiendo con el símil motorístico) más que para no molestar, que molestan, para no invadir el espacio de los compañeros de viaje que ocupan los asientos colindantes.

Conducta totalmente incívica que habría que erradicar. Una imagen vale más que mil palabras.

Este vicio, uno de los ejes de la campaña institucional, no sé si lo habrán percibido los propios políticos que dicen acudir a su puesto de trabajo en metro.

Porque si se desplazan en horas punta no podrán ver a esos privilegiados que se sientan “despatarrados”,  más bien podrán experimentar lo que son achuchones, empujones, compresiones, viajar cuerpo contra cuerpo o contra mochila e, incluso, igual algún desprevenido  “pierde” la cartera.

Un ambiente perfecto para empezar el día, y con un poco de suerte envueltos en un atmósfera  donde se dan cita todo tipo de “fragancias”.

Si de verdad se apostara por el transporte colectivo de calidad, por el metro, quizá la señora Sabanés tendría que haber articulado las medidas necesarias para evitar escenas tan lamentables como la relatada y que se repiten a diario, antes de estrenar Madrid Central.

No es de recibo que la gente viaje a diario como sardinas en lata. Pero no creo que muchos cargos públicos, de los que dicen desplazarse en metro, lo hagan en horas punta.

Porque para ellos esto de viajar en el metro es esporádico. Simplemente para hacerse la foto y salir en los “papeles”, que les gusta mucho.

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