José Apezarena

El mensaje “aburrido” de Felipe VI

Discurso de Nochebuena de Felipe VI en 2018.
Discurso de Nochebuena de Felipe VI en 2018.

El mensaje navideño del rey, emitido en la noche del día 24, ha ofrecido este año escasas sorpresas.

El mismo escenario de veces pasadas, es decir el salón de audiencias de La Zarzuela, un traje y una corbata nada llamativos, y una decoración corta, con dos banderas detrás (la española y la de Europa), alguna foto, no especialmente llamativa, y poco más. Salvo el protagonismo gráfico que se ha dado a la princesa Leonor y a la lectura de la Constitución con motivo del cuarenta cumpleaños.

Tampoco se han escuchado anuncios llamativos ni apelaciones extremas. Podríamos decir que hemos visto un mensaje “normal”. Y eso es, en mi opinión, bastante bueno. Y, desde luego, mejor que su contrario.

Algunos hemos escrito ya que, a diferencia de su padre, que tuvo que protagonizar, y en gran medida conducir, la aventura del tránsito a la democracia, a Felipe de Borbón le va a tocar encarnar la monarquía de la normalidad, del día a día habitual, la de los tiempos acostumbrados.

Cierto que no faltan, y nunca faltarán, desafíos. Pero, desde luego, me parece que no serán de la magnitud de los que hemos tenido que superar estos últimos cincuenta años, incluyendo un golpe de Estado.

El rey ha optado este año por centrarse en asuntos bastante comunes. No en la plaga de la corrupción, no en el desafío independentista catalán, que todavía estremecen a la sociedad, sino en asuntos de país más o menos normal.

Felipe VI se ha detenido en el futuro y en la juventud. Estos últimos, por cierto, los jóvenes, constituyen un universo especialmente exigente para la monarquía, porque va a tener que conquistarles, frente a un republicanismo básico, y no muy elaborado, que predomina.

Así que al mensaje del monarca, por aquello de ser normal, alguno podría calificarlo incluso de aburrido: pocas sorpresas, pocas emociones, pocos sobresaltos. Pues ahí está precisamente su valor.

Se ha dicho muchas veces que la democracia es aburrida. Y tienen razón. Pero, ¡bendito aburrimiento!

 

En esa línea se puede afirmar que el discurso de Nochebuena pronunciado por el rey ha sido aburrido. Y deseemos que los siguientes también lo sean, por nuestro propio interés.

Al mismo tiempo, hay que reseñar la, no por conocida menos destacable, alta capacidad expresiva de Felipe VI, la fuerza, rotundidad y convicción que transmite cuando habla en público.

Además de otras cosas, en eso hemos ganado mucho respecto al pasado reciente.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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