El ministro Illa ha planteado varias veces la dimisión a Pedro Sánchez

La crisis del coronavirus le ha desbordado, le ha sobrevenido sin experiencia de gestión sanitaria y sin equipo en el Ministerio. Miquel Iceta ha sido clave para que continúe

Pedro Sánchez y Salvador Illa, en el centro de la imagen.
Pedro Sánchez y Salvador Illa, en el centro de la imagen.

La crisis del coronavirus ha convertido a Salvador Illa en uno de los ministros de Sanidad con mayor visibilidad y proyección pública en la historia reciente. Y también en uno de los que más poder ha acumulado, debido a las competencias asumidas tras decretarse el estado de alarma por el coronavirus.

Illa llegó al Ministerio de Sanidad sin experiencia previa de gestión en el sector de la salud. Su nombramiento estaba pensado para garantizar la presencia del PSC en el Gobierno de Pedro Sánchez, y como uno de los pilares de la mesa de diálogo entre el Ejecutivo central y la Generalitat de Cataluña que iba a marcar la legislatura.

No estaba destinado a ser un “ministro estrella”.

Una sobreexposición

Sin embargo, por la crisis sanitaria, Illa ha sido el miembro del Gobierno que más ha comparecido públicamente, para informar sobre la lucha contra la pandemia, y también para rendir cuentas, entre otros asuntos, del caos que se ha producido con la adquisición de material sanitario y la compra de test fallidos.

Sus ruedas de prensa casi diarias, así como las preguntas de la oposición en la Comisión de Sanidad en el Congreso, lo han situado en el punto de mira político, mediático y social.

Esta sobreexposición, sumada a problemas como la falta de concreción en el número de test realizados, el baile de cifras sobre los fallecidos en residencias, etc. han mermado notablemente su imagen pública.

“Illa es un bien mandado”

“Illa es un bien mandado. Y está noqueado”. Es la afirmación que realizan, según ha sabido Confidencial Digital en fuentes del Gobierno, algunos ministros, que reflejan así la tremenda presión que recibe el titular de Sanidad y el impacto personal que eso le está causando.

Cuentan que Salvador Illa es un hombre dialogante, tranquilo, “muy contenido”, que llega a las reuniones con mucha serenidad, pero que da muestras de no tener capacidad de discernir sobre los informes técnicos, a veces muy heterogéneos, que entran a la mesa del comité de gestión en La Moncloa.

Dispuesto a dimitir

“Está abrasado y completamente desbordado”, aseguran miembros del Gobierno, cuando resumen la situación que vive el ministro de Sanidad.

 

Su estado ha sido tal que en más de una ocasión ha llegado a poner el cargo a disposición de Pedro Sánchez. En ningún caso, ha querido ser un obstáculo y en todo momento ha pensado en ponerle las cosas fáciles al presidente del Gobierno. Que no tuviera las manos atadas.

Que hiciese lo que tuviese que hacer. Que decidiese aquello que estimase más oportuno para los intereses del país a la hora de gestionar la peor pandemia en 100 años. Incluso si ello le costaba el puesto. Él no iba a rechistar.

Sin embargo, Sánchez y el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, que es políticamente su principal valedor, han frenado esos amagos de dimisión, presentada en los peores momentos de la pandemia.

En cambio, fuentes oficiales del Ministerio de Sanidad aseguran a Confidencial Digital que el ministro Illa no ha flaqueado en ningún momento. Insisten en que no ha pensado nunca en tirar la toalla.

“Illa ha asumido sin reservas algunas decisiones que no compartía en absoluto, dictadas desde La Moncloa”, reconocen otras fuentes del Gobierno.

Sin embargo, con la imperturbabilidad exterior que le caracteriza, no se le ha notado en público: “No ha tenido nunca ni un mal gesto ni una mala palabra con nadie”, añaden.

No tiene equipo de confianza

Algunos compañeros de Gobierno le echan en cara el error de no haberse rodeado de un equipo de confianza, y de una élite de expertos.

La falta de estructura técnica en Sanidad se manifiesta en que el ministerio carece incluso de secretario de Estado. Dispone solo de una secretaría general, de la que dependen tres direcciones generales. “Muy pocos mimbres, para enfrentarse al desafío sanitario más grave que se recuerda”, destacan las fuentes consultadas.

El ministro Illa ha tenido que apoyarse -sin tiempo para revisar su funcionamiento ni chequear la confianza que le suscitaban sus responsables- en el corto aparato de detección de alertas y emergencias sanitarias creado en el 2004, con el doctor Fernando Simón al frente desde 2012, quien se hizo cargo dos años después de la gestión de la crisis del ébola.

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