La multiplicación de los solos

Son los que por autosuficiencia y/o por comodidad tienden a obrar según su propio y exclusivo criterio, sin contar con quienes pertenecen al mismo grupo y sin atenerse a las normas de convivencia establecidas en el mismo. Por ese motivo no valoran el trabajo en equipo.

El individualismo es ambivalente; ha sido interpretado como una autorrealización positiva y también como algo arbitrario e insolidario. Fue muy valorado en el siglo XIX, al vincularse a la corriente filosófica del liberalismo. Actualmente, una persona individualista ya no suele ser vista como “liberada”, sino como alguien que se interesa solamente por sí misma y actúa siempre en beneficio propio.

Se trata de una nueva forma de egocentrismo que es disfuncional para la maduración personal. Difiere mucho del inconsciente egocentrismo de la primera infancia, que, además, tenía una función en el desarrollo evolutivo.

Gustav Thibon señala que en la sociedad de ahora existe un enclaustramiento de los individuos y una indiferencia masiva respecto del prójimo. Añade que se está dando un proceso de erosión social que Paul Valéry llamaba «la multiplicación de los solos». Ese proceso suele afectar también a las familias. Muchas de ellas carecen de vida familiar; sus miembros actúan cada vez de forma más independiente entre sí; “cada uno a lo suyo” en una “casa-hotel”.

El individualismo puede generar alienación (pérdida de identidad) y aburrimiento (permanencia en lo mismo). Algunos individualistas desengañados, tras tocar fondo, intentan romper con esa actitud, pero no lo tienen fácil. Una viñeta humorística de David Bomy lo expresa así: “He iniciado un tratamiento de desintoxicación de mí mismo”.

Paradójicamente, la conducta individualista suele tener un origen social: es la sociedad misma la que se ha vuelto individualista, dando primacía a las opciones individuales frente a las normas sociales.

Para una mejor comprensión del actual individualismo es útil recordar que el advenimiento del posmodernismo como movimiento cultural del siglo XX generó una crisis de la razón, que fue desplazada por el deseo y la apetencia. Lo consistente fue sustituido por lo banal y el altruismo fue suplantado por un nuevo individualismo.

En su obra El imperio de lo efímero (1987) Gilles Lipovesky describe al “narciso” individualista. Señala que está dotado de un optimismo superficial y polarizado en el tiempo presente, hasta el punto de que vive olvidado del pasado y despreocupado del futuro. Daniel Innerarity lo llama “instantaneismo huérfano de memoria y de proyecto”.

La mentalidad individualista suscitó en la sociedad (principalmente en la norteamericana) “un nuevo estilo de vida”: la llamada “moral de la tolerancia”. El life-style justifica cualquier “debilidad” del ser humano, proporcionándole comprensión ilimitada (coartada) para todo tipo de comportamientos.

 

La nueva “moral” establece que cualquier cosa que yo haga es buena porque la deseohacer. Lo que le da garantía de bondad es que emana libremente de mi deseo; por ese simple hecho queda justificada en sí misma, sin que sea necesario contrastarla con una norma moral objetiva. La nueva norma es la ausencia de toda norma.

Los adolescentes y jóvenes atrapados en el presentismo se acostumbran al ritmo delo fugaz; sólo disfrutan con lo cambiante y lo novedoso. Esto les hace inconstantes e impacientes, lo que dificulta las relaciones interpersonales.

¿Se puede prevenir el individualismo con una educación anticipatoria? Creo que de algún modo sí, especialmente en el ámbito familiar, que es donde la convivencia es más intensa y continuada. Sugiero hacer algunas cosas juntos desde las primeras edades, como, por ejemplo, jugar, leer y estudiar. La experiencia de alcanzar metas gracias al apoyo mutuo será una buena referencia para el futuro trabajo en equipo.

Lo esencial es fomentar la relación de persona a persona y la disposición para el mutuo encuentro, como expresión del amor familiar.

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