El narcisismo cultural, ¿una enfermedad de nuestro tiempo?

Al narcisista se le reconoce por su comportamiento egoísta, y por el ansia de ser admirado. Se preocupa sólo de sí mismo. Como, además, carece de empatía, ni siente compasión por las personas que sufren ni tiene remordimientos por su desapego.

Hay que distinguir entre una sana «estima del yo», que no es narcisismo, y una anómala «inflación del yo». A su vez, esa inflación es, en algunos casos, narcisismo como culto al ego, y en otros casos narcisismo como negación del ego. Este último es un trastorno de la personalidad que suele afectar principalmente a los adolescentes, por tener todavía un yo débil e inseguro del que reniegan. Se caracteriza por ocuparse excesivamente de su imagen a expensas de lo que son y sienten.

Lowen sostiene –en contra de lo que suele creerse- que los narcisistas no se aman a sí mismos: “Se trata de personas que no pueden aceptar su verdadera personalidad y en su lugar construyen una máscara permanente que esconde su carencia de sensibilidad emocional. Les preocupa más su apariencia que sus sentimientos” (Narcisismo: la enfermedad de nuestro tiempo, 2000).

La «hiperestima» que suele atribuirse a quienes padecen un trastorno narcisista es aparente, ya que en realidad es muy baja; se trata solamente de una fachada hacia el exterior tras la que se esconde una personalidad insegura y vulnerable; es simplemente un mecanismo de defensa de un yo que se siente desamparado. Esa es la gran tragedia del adolescente narcisista: necesitando ayuda, no lo manifiesta.

El narcisismo como culto al yo suele darse más en adultos que en adolescentes. Son personas inmaduras dominadas por una vanidad y arrogancia que en la sociedad actual se presenta como algo normal. Esto les lleva, por ejemplo, a prestar una exagerada atención a su apariencia física y a priorizar el éxito económico sobre otros valores. Con frecuencia están muy influidos por los personajes famosos del cine y de la televisión; quieren parecerse a ellos y vivir como ellos, y como no lo consiguen lo simulan. Algunos crean imágenes falsas de sí mismos con fotos en las redes sociales. Por ejemplo, belleza falsa (con cirugía plástica), atletas falsos (con ayuda de drogas).

El narcisismo se está propagando actualmente en forma de epidemia, afectando a personas de todas las edades. “Las cualidades narcisistas -un patrón general de grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía- están en alza.  Basta con observar el consumismo rampante, la autopromoción en las redes sociales, la búsqueda de fama a cualquier precio y el uso de la cirugía para frenar el envejecimiento”· (Pat McDonald: Narcisismo en el mundo moderno, 2014)

Alexander Lowen considera que el narcisismo individual corre paralelo al cultural: el individuo moldea la cultura según su propia imagen y la cultura moldea, a su vez, al individuo.

Chistopher Lasch detectó a finales del siglo XX un cambio radical en la cultura: la eclosión de un individualismo generalizado que conllevaba una exaltación de la visión de sí mismo. Lo consideró una cultura del narcisismo.

En la misma época Gilles Lipovetski descubrió el cambio cultural generado por el posmodernismo: el notable incremento de un individualismo de tipo narcisista y hedonista, ligado a un vacío de ideales, creencias y convicciones y a un relajamiento de los vínculos sociales y familiares. Lo describió en dos obras: La era del vacío y El imperio de lo efímero.

 

Actualmente se siguen denunciando los errores del narcisismo: “Vivimos en una cultura que exalta la imagen; capaz de destruir el medio donde se vive, contaminando el agua, el aire y la tierra; capaz de anteponer el dinero y la riqueza material a las vidas humanas (B.Velasco, Instituto de Psicoterapia de Andalucía).

Una de las causas principales de la conducta narcisista es sobrevalorar y halagar excesivamente a los hijos para elevar de forma artificial su autoestima. Por eso, la educación debe destacar sólo logros reales.

El psiquiatra Glynn Harrison afirma que hoy se necesita una educación preventiva que promueva “una percepción de sí mismo realista y que no se centre en afirmar nuestra propia importancia, sino en servir a un propósito más grande que nosotros mismos”. (El gran viaje del ego, 2017).

Es fundamental desmitificar los pseudovalores de la cultura narcisista y promover en la familia, en la escuela y en los medios de comunicación, la cultura basada en el estudio de las Humanidades y en la práctica de las virtudes. De ese modo será posible preferir la “vida buena”, a la “buena vida”.

Gerardo Castillo Ceballos.

Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra. Autor de “Retos educativos de los adolescentes posmodernos”. Edit. Eunate, Pamplona, 2017

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