José Apezarena

La navaja cabritera de Pedro Sánchez

Pablo Echenique y Pablo Iglesias en los Premios Goya 2018
Pablo Echenique y Pablo Iglesias en los Premios Goya 2018

Dicen de Pedro Sánchez los que le que le conocen: "No es vengativo... pero no olvida". Y yo me pregunto: ¿no olvida... para hacer un día, más adelante, qué?

Desde luego, lo que sí ha demostrado Sánchez, ahora presidente del Gobierno con todas las de la ley, o sea, investido por el Parlamento, es que maneja muy bien, y con determinación, la "navaja cabritera".

Hablando de navajas, la Real Academia distingue entre navaja cabritera, navaja barbera… Navaja es “Cuchillo cuya hoja puede doblarse sobre el mango para que el filo quede guardado entre la  dos cachas o en una hendidura a propósito”. De la cabritera, la RAE explica que “sirve para despellejar las reses”.

Más precisos se muestran los expertos. Explican que las cabriteras suelen ser navajas sencillas, modestas y de bajo precio aunque no de baja calidad, muy aptas para la labor en el campo. Se utilizan por pastores y ganaderos y en zonas rurales.

El empleo que el pastor puede dar a la herramienta es muy diverso: cortar las migas de la hogaza de pan, limpiar o cepillar las pezuñas de los animales, sangrar picaduras de animales, realizar incisiones o pirograbar objetos artesanales de uso en el monte, usarla de raedera para trabajar pieles o huesos… En definitiva para poder proveerse de todo aquello que le fuera necesario en su quehacer diario.

En el ámbito político, la navaja sirve para cortar el cuello (simbólicamente hablando, por supuesto) a rivales, amigos y enemigos.

Y hay que decir que Pedro Sánchez ha mostrado una especial habilidad en el manejo de la cabritera.

Ahí está la lista de víctimas que ha ido dejando por el camino. Que se lo pregunten, entre muchos otros, a Tomas Gómez (¿qué es de él?) y su amigo del alma Antonio Miguel Carmona, a Eduardo Madina, Jesús Caldera, Pepe Blanco, Rafael Hernando, Soraya Rodríguez, Elena Valenciano… 

Ya sé que esos comportamientos son más bien habituales en todos los partidos, donde los que llegan, o los que acaban de ganar, aplican una limpia de personajes indeseados. Lo ha hecho, por supuesto, Pablo Casado nada más alcanzar la cúpula del PP. Pero me parece que Pedro Sánchez ha mostrado una especial rapidez y habilidad en el manejo de la cabritera.

 

Rapidísimo fue, por ejemplo, con su ministros recién nombrados Maxim Huerta y Carmen Montón, liquidados del Gobierno en un abrir y cerrar de ojos, en cuanto saltó a la opinión pública que tenían algunos problemillas.

Navaja ha existido en el cese de la fiscal general del Estado díscola, María José Segarra, que no aceptaba retorcer sumarios y cambiar acusaciones para favorecer a los independentistas.

Aunque Sánchez también sabe esperar, si ve que aún no es el momento. Aguarda la ocasión, pero no olvida. Susana Díaz lo va a comprobar sin que pase demasiado tiempo, cuando se vea desplazada por María Jesús Montero.

Por cierto, que se prepare Emiliano García Page.

Un caso más de espera se ha producido en Cantabria, donde el líder ha decidido mantener la alianza con el PRC de Miguel Ángel Revilla, que le dejó tirado con su ‘no’ en la investidura. Hay motivo: el PP estaba dispuesto a pactar con el partido regionalista y mantener a Revilla como presidente. A Sánchez no le convenía que allí rodara ninguna cabeza. Ya llegará la oportunidad y entonces…

Pero, ¿por qué traigo a cuenta ahora lo de la navaja cabritera de Pedro Sánchez? Porque estos últimos días ha salido a pasear con cierta intensidad, pero sin apenas se haya dejado notar el brillo de su filo.

El destinatario de buen número de los cortes ha sido Pablo Iglesias. No sé si él se ha enterado.

¿El líder de Podemos empezó a filtrar los ministros que iba a tener, e incluso los nombramientos de sus altos cargos? Pues Sánchez le frenó en secó aplazando una semana el anuncio del nuevo Ejecutivo.

¿Que Iglesias empezaba a pavonearse, en su condición de vicepresidente del Gobierno? Pues ha nombrado nada menos que cuatro vicepresidentes, con lo que ha diluido de forma notable su importancia. Y una de las vicepresidencias, la de Teresa Ribera, entra en terrenos que parecía que iban a ser suyos.

¿Que estaba eligiendo edificio y despacho en el complejo de La Moncloa? Pues lo envía al ministerio de Sanidad, para compartir despachos con otros dos ministros.

¿Que hay cuatro ministros de Podemos? Pues se le quita las competencias y no tienen presupuesto.

¿Que hay riesgo de los de la coleta vayan por libre? Pues se nombra su “supercomisario”, un Iván Redondo convertido en ministro plenipotenciario, tales son los cargos y poderes que acumula.

Y así sucesivamente.

La navaja ha salido de la faltriquera y no descansa.

editor@elconfidencialdigital.com

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