17 de octubre: El asombro como vacuna

Los ciudadanos de cualquier país democrático precisamos administrar-controlar los poderes públicos de una manera fiable. No son los mass media, por lo general, ejemplares en esto. Incluso se ha desarrollado el poder de la mentira de una manera extraordinaria. Esto confunde e incluso coarta el raciocinio y la voluntad de la gente.

Una muestra de esta agresión al sentido común es la generalización de la vulgaridad y del todo vale. Desde programas televisivos que son un escaparate de vísceras ennegrecidas, hasta la utilización de las instituciones con fines contrarios al bien común; desde el cinismo del mal gobierno, hasta la cobardía de los aburguesados.

¿Hasta cuándo? Es claro que ya va siendo hora de considerar nuestras cosas con una mirada global, que incluya siempre un lado y a su contrario. Por ello creo que para las crisis de nuestros días el gran antídoto puede ser que reconozcamos la necesidad de asombrarnos. Sí, sí, maravillarnos ante los mil y un detalles tiernos y agrestes de la naturaleza, ante la profunda bondad del corazón humano y ante el abismo de maldades posibles. Para eso, importa mucho estar atentos, saber bien de qué va la cosa, comprender que “no da lo mismo ocho que ochenta”.

Pienso que el asombro mayor surge al mirar la mirada de un niño. Descubrimos tanto bueno en potencia y sabemos de las dificultades por las que va a pasar. Llegamos a ver tantas aventuras y heroicidades y las manipulaciones ocultas que le amenazan ya. ¡Es que nos vemos a nosotros en él!

Pequeños y mayores, no nos sometamos al escepticismo ambiente y no renunciemos a nuestra individualidad ante las maquinarias políticas o mediáticas. Afirmemos la riqueza y autenticidad de cada persona, que libremente podamos ir en busca de grandes ideales. Parafraseando a Ortega y Gasset, que el Estado sea como piel para las gentes, no aparato ortopédico que las encorsete.

Por eso, nos sobran los intereses malsanos que hacen que la cosa pública se desarrolle, muchas veces, como una vil lucha por el poder, en vez de ser un servicio a la sociedad. Ante tanto desconcierto y embuste, apliquemos una sincera diagnosis y, enseguida, una profunda curación que pasa por ser íntegros y coherentes. Esa es la mejor lucha, también sin miedo a salir a la calle, por ejemplo el próximo 17 de octubre para defender la dignidad y la vida de las madres y de sus hijos que esperan nacer.

Asombrarnos, ¡sí! Seamos capaces de apreciar la belleza y huir de la vida facilona. Eso nos va a rejuvenecer, nos va a hacer fuertes y rebeldes ante la injusticia. Remontaremos ríos cual salmones celosos, hacia aguas más limpias.

Alguien dijo que todas las libertades se apoyan unas a otras. Pues ¡ea!, ejerzamos la libertad de oponernos a leyes injustas, con todas sus consecuencias, con responsabilidad. Necesita nuestra sociedad globalizada gentes que animen a la participación, que motiven el esfuerzo, la determinación y el espíritu de servicio. El buen resultado será bueno para todos.

Y es que, sabemos que tenemos un interior que ignoramos todavía y hemos de aprender a verlo. Nos maravillaremos del bien que podemos hacer. Entonces, seremos valientes para mejorar este mundo a cada vuelta que da, esperanzados por podernos asombrar cada día y siempre.

 
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